Arturo Berrueto González está a punto de convertirse en asesino por omisión y egoísmo.
Si desde que empezó como presidente del Consejo Editorial del Gobierno del Estado Arturo Berrueto González (a) el Aguado ha sido un desgraciado con los trabajadores de la imprenta de gobierno, por estos días, en el ocaso de su miserable existencia de burócrata, está a punto de convertirse en asesino por omisión.
El edificio Coahuila, punto de referencia en la década de los 60 porque era el más alto de la ciudad está a punto de caer. Desde hace meses, la mayor parte de las oficinas que funcionaban ahí, han cambiado su residencia por los riesgos que presenta la construcción, que en más de 40 años no ha recibido mantenimiento.
No obstante lo anterior, y pese a que funcionarios de la Secretaría de Finanzas lo han constatado, Arturo Berrueto González, exalcalde de Saltillo, expresidente del PRI,
exbrazoderecho de Eliseo Mendoza Berrueto y como diría José Rubén Romero en su novela La vida inútil de Pito Pérez, excremento, no quiere dejar sus confortables oficinas de la calle Victoria para trasladarse a un espacio en donde funcionaban los Almacenes Nacionales de Depósito, allá por la carretara a Monclova, sitio que tentativamente han escogido los funcionarios encargados de rentar espacios para el gobierno del estado.
En los talleres gráficos del gobierno estatal trabajan, en dos turnos, alrededor de 40 personas. La dependencia que funciona en el sótano del edificio Coahuila ha sido la más olvidada de las últimas tres administraciones, al grado de que los empleados reciben un trato cercano al desprecio y a la humillación.
Aparte del riesgo en que trabajan, los impresores han estado sometidos a la conducta voluntariosa de Sergio Mireles, director de los talleres gráficos quien desde hace tiempo les canceló una salida de emergencia que da hacia la calle Guerrero.
Por la naturaleza de sus actividades, en la imprenta existen solventes altamente inflamables, pero esto no le importa a Sergio Mireles cuya conducta es avalada por el Aguado Arturo Berrueto González, quien en lugar de preocuparse por dotar de dignidad a sus últimos días, sigue metiendo en la nómina oficial a sus descendientes, pues es fama pública que cada que nace un Berrueto, tiembla el presupuesto del estado.
Con un aire de intelectual, que en el fin de sus días lleva colgado con alfileres, Arturo Berrueto se ha negado de manera sistemática a evacuar el sótano del edificio Coahuila porque su egoísmo no lo deja abandonar las oficinas que disfruta por viejas glorias de la calle Victoria.
Para qué sumar otra tragedia como las de Pasta de Conchos en Rosita, Villa de Fuente en Piedras Negras, Celemania en Nadadores y Parras de la Fuente, si se puede evitar la del edificio Coahuila que no tarda en venirse abajo. Los trabajadores de los talleres gráficos del Gobierno de la Gente, trabajan en medio de la tensión porque temen que la mole de hormigón se les venga encima.
Si desde que empezó como presidente del Consejo Editorial del Gobierno del Estado Arturo Berrueto González (a) el Aguado ha sido un desgraciado con los trabajadores de la imprenta de gobierno, por estos días, en el ocaso de su miserable existencia de burócrata, está a punto de convertirse en asesino por omisión.
El edificio Coahuila, punto de referencia en la década de los 60 porque era el más alto de la ciudad está a punto de caer. Desde hace meses, la mayor parte de las oficinas que funcionaban ahí, han cambiado su residencia por los riesgos que presenta la construcción, que en más de 40 años no ha recibido mantenimiento.
No obstante lo anterior, y pese a que funcionarios de la Secretaría de Finanzas lo han constatado, Arturo Berrueto González, exalcalde de Saltillo, expresidente del PRI,
exbrazoderecho de Eliseo Mendoza Berrueto y como diría José Rubén Romero en su novela La vida inútil de Pito Pérez, excremento, no quiere dejar sus confortables oficinas de la calle Victoria para trasladarse a un espacio en donde funcionaban los Almacenes Nacionales de Depósito, allá por la carretara a Monclova, sitio que tentativamente han escogido los funcionarios encargados de rentar espacios para el gobierno del estado.
En los talleres gráficos del gobierno estatal trabajan, en dos turnos, alrededor de 40 personas. La dependencia que funciona en el sótano del edificio Coahuila ha sido la más olvidada de las últimas tres administraciones, al grado de que los empleados reciben un trato cercano al desprecio y a la humillación.
Aparte del riesgo en que trabajan, los impresores han estado sometidos a la conducta voluntariosa de Sergio Mireles, director de los talleres gráficos quien desde hace tiempo les canceló una salida de emergencia que da hacia la calle Guerrero.
Por la naturaleza de sus actividades, en la imprenta existen solventes altamente inflamables, pero esto no le importa a Sergio Mireles cuya conducta es avalada por el Aguado Arturo Berrueto González, quien en lugar de preocuparse por dotar de dignidad a sus últimos días, sigue metiendo en la nómina oficial a sus descendientes, pues es fama pública que cada que nace un Berrueto, tiembla el presupuesto del estado.
Con un aire de intelectual, que en el fin de sus días lleva colgado con alfileres, Arturo Berrueto se ha negado de manera sistemática a evacuar el sótano del edificio Coahuila porque su egoísmo no lo deja abandonar las oficinas que disfruta por viejas glorias de la calle Victoria.
Para qué sumar otra tragedia como las de Pasta de Conchos en Rosita, Villa de Fuente en Piedras Negras, Celemania en Nadadores y Parras de la Fuente, si se puede evitar la del edificio Coahuila que no tarda en venirse abajo. Los trabajadores de los talleres gráficos del Gobierno de la Gente, trabajan en medio de la tensión porque temen que la mole de hormigón se les venga encima.
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