domingo, 15 de agosto de 2010

La educación públca

Hace unas semanas se supo que sólo tres de cada 10 profesores aprobaron el examen de oposición y lo más grave es que de esos tres la mayoría pasaron de panzazo por lo que es fácil inferir que no saben leer y tienen problemas para dominar las operaciones básicas de la aritmética.

Lo anterior demuestra que el subsistema de escuelas normales en el país funciona en medio de la podredumbre que se genera en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación según Gilberto Guevara Niebla quien fue subsecretario de educación básica en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

Guevara Niebla sostiene en su libro La catástrofe silenciosa que el subsistema de normales del país se nutre con los funcionarios sindicales que al término de su trabajo en las distintas carteras del SNTE se reintegran a la docencia en alguna escuela normal porque éstas se encuentran homologadas al Instituto Politécnico Nacional por lo que las percepciones salariales son más altas que en las escuelas secundarias y de educación básica.

Gilberto Guevara deja claro que la grilla sindical no va de la mano con la inclinación a la cultura y sostiene que las deficiencias académicas de los exfuncionarios sindicales son dolorosamente monumentales.

En Coahuila, por una decisión tomada por el dirigente de la Sección 38 del SNTE Carlos Moreira Valdés, no es requisito indispensable el examen de oposición para que los maestros encuentren acomodo dentro de las aulas, sobre todo si son hijos o nietos de profesores.

Las víctimas directas son los miles de alumnos de primaria y secundaria que son promovidos a los grados superiores sin el dominio pleno y total de los contenidos de los programas educativos, porque ni siquiera los profesores los dominan. Lo anterior es harto doloroso porque el magisterio nacional adherido al SNTE diariamente trabaja para conformar una patria que se nos está diluyendo entre las manos por el analfabetismo funcional que campea en los cuatro puntos cardinales del país. Según la prueba ENLACE (Examen Nacional para la Calidad Educativa), los niños y los adolescentes mexicanos se encuentran en los últimos lugares de la lista de los países que pertenecen a la OCDE, Coahuila en particular, ocupa el último sitio por debajo de los estados más pobres de este país.

Por lo anterior no es gratuito que en la pujante e industriosa capital de Coahuila donde se presumen los puentes de la gente sólo haya dos o tres librerías con escasa oferta, pues para conseguir la obra de Truman Capote, el autor de los textos A sangre fría, Música para camaleones, Los perros ladran y Desayuno en Tiffanys, tuve que ir a la librería Ghandi en Monterrey y a las librerías subterráneas del metro en Ciudad de México. Las bibliotecas públicas funcionan en las mismas condiciones dolorosas: no hay lectores. En la obra La Náusea de Jean Paul Sartre el personaje El Autodidacto leía a las diez de la noche en las bibliotecas públicas de París. En Saltillo cierran a las siete de la tarde y no abren ni los sábados ni los domingos. ¿Para qué?, si en México sólo se leen 2.7 libros per capita al año, mientras los europeos, japoneses y norteamericanos leen un libro por semana en promedio.

En México, donde de acuerdo con el artículo tercero de la Constitución General de la República la educación debe ser gratuita y con una tendencia hacia el desarrollo pleno de la personalidad del sujeto en sus tres esferas afectiva, académica y motriz no funciona y el pueblo, víctima final de las deficiencias del sistema educativo no ha sabido ni querido exigir una educación de calidad para sus hijos.

En febrero de 1992 en su número 170 la revista Nexos publico un largo artículo de Gilberto Guevara Niebla bajo el título de El malestar educativo en el que el autor expresa que “La educación es una parte privilegiada de nuestra herencia institucional y cultural. Desde el momento en que México se liberò de la tutela colonial, hombres distinguidos como el doctor José María Luis Mora y Valentín Gómez Farías vieron en la educación una palanca formidable para lograr la liberación del pueblo mexicano del influjo espiritual del feudalismo y el colonialismo. El ideal democrático, decía el Nigromante, se consumaría combinando ayuntamientos con escuelas. Algunos liberales de la Reforma vieron en la instrucción un medio para conjurar las desigualdades que podrían surgir con el libre mercado. Juárez conceptualizó a los servicios educativos no como beneficiencia sino como un derecho del pueblo y Gabino Barreda soñó con una educación científica para cada ciudadano. Don Justo Sierra la contempló como medio para formar élites dirigentes comprometidas con el pueblo y con la nación, en tanto que Flores Magón vio en ella un camino hacia la libertad. Sin embargo, el empeño nacional en pos de un servicio educativo para el pueblo se vio postergado por las convulsiones sociales del siglo XIX y no fue sino después de la Revolución Mexicana, con la fundación de la Secretaría de Educación Pública por Vasconcelos, que el ideal de redimir mediante la escuela comenzó a materializarse”.

Definitivamente, la redención de las masas en nuestro país no se ha logrado a través de la educación pública y por el contrario, cada vez se fortalece más la educación privada que va dirigida a las élites de este país porque los ricos si saben el valor de la educación. El pueblo no, por eso vemos que dirigentes charros como Tereso Medina Ramírez de la CTM que tiene más de un lustro de chupar la sangre de los obreros caguameros de futbol dominical por televisión, porque sin una educación de calidad no han adquirido la conciencia a la que se refiere Alberto Camus en su bellísimo texto El mito de Sísifo en el que dice que el obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo que subir y ver caer desde la cima de la montaña una roca, y luego volverla a subir, así, por toda la eternidad. La diferencia entre Sísifo y el obrero actual víctima de la baja calidad educativa estriba en que Sísifo es conciente de su destino y el proletario de nuestros días no.

Por otra parte, es injusto culpar de la maldad educativa sólo a los profesores, porque éstos no son más que proletarios de cuello blanco y para cerrar cito de memoria un párrafo del libro El triste porvenir de los países latinoamericanos de Francisco Bulnes, el escritor maldito quien sostiene que cuando en la alimentación de un pueblo faltan las proteínas, la imaginación se paraliza, los impulsos cesan, se declara la inanición mental con el delirio lúgubre de un silencio absoluto del que surge una tumba sin inscripción: la del carácter. Pueblos sin carácter no pueden ser demócratas.

Pero, ya sea por el carácter convertido en un silencio absoluto, por la alimentación a base de maíz y fritangas o por la burrez del magisterio nacional, la realidad es horrorosa: la educación pública no sirve.