domingo, 7 de octubre de 2012

El homosexual José Luis Núñez Solís, ladrón de la DIPETRE.



    Para agosto de 2011 la Chacha Núñez, don Simplicio o el Aguarrás (porque de lejos parece solvente) como se le conoce en los distintos lares educativos en los que se ha movido durante las últimas cuatro décadas llevaba una vida plácida: disfrutaba de una generosa jubilación que aunque ilegal, nadie se había percatado de ello; se había acostumbrado ya a que lo llamaran profesor pues las nuevas generaciones no estaban enteradas de su negro pasado como proxeneta y ladrón de medicamentos; como homosexual de medio tiempo disfrutaba el felatorismo que les practicaba a varones jóvenes y todavía se daba sus mañas para mantener una relación de corte íntimo con su asistente, una piruja cincuentona artista del adulterio y maestra del engaño.  Todo parecía marchar en paz y los negros tiempos del internado Vicente Suárez donde había sido violado sexualmente parecía que habían quedado atrás.
    Sin embargo, la diabetes perra que lo azotaba desde hacía algún tiempo lo colocaba por esos días en un estado constante de depresión; sentía minada su fuerza, enflaquecía rápidamente; los dientes de oro empezaban a bailotear en sus encías y para colmo de males, los altos niveles de azúcar en su sangre comenzaban a causar estragos en su líbido pues poco a poco la impotencia sexual empezaba a tocar a las puertas de su ya de por sí miserable existencia.
    Dentro de su ignorancia José Luis Núñez Solís pensaba que lo habían embrujado.  Dos o tres veces lo había expresado así a la Piruja con la que se refocilaba invariablemente los viernes por la tarde en su pocilga, allá en Paseo de las Liebres 585 en el fraccionamiento Lomas de Lourdes.  Dentro de sus cavilaciones la Chacha Núñez recordaba sus pecados cometidos como proxeneta al servicio de los viejos dirigentes sindicales de la Sección 38 del SNTE, de las muchas jovencitas que había entregado a la rapiña sexual de los poderosos de la época; del abandono en que ha mantenido a su primera esposa y a sus dos hijas, una de ellas con un empleo mal pagado dentro de la estructura educativa del estado; la otra, con un trabajo de quitacallos deambula por la existencia arrastrando el fardo de la tristeza.  Ambas lo odian por homosexual, por desobligado y por culero, tres “virtudes” que aprendió en el internado Vicente Suárez donde el rengo Chacha Núñez tenía que arrastrar una de sus extremidades inferiores en busca de un mendrugo de pan con el que medio engañaba las tripas.  El desplazamiento del rengo producía hilaridad entre los jóvenes.  Las burlas eran brutales: lo apodaban el Chueco.
    Entre el hambre, las violaciones sexuales a que era sometido y las burlas de sus compañeros, el alma de la Chacha Núñez encallecía.  Ya estaba en eclosión el monstruo inescrupuloso que actuaría como proxeneta y ladrón, como varón de medio tiempo con que trataría de ocultar la homosexualidad a la que ya era proclive, en suma, el enfermo mental que lloraría en su primer reencuentro con la cárcel infantil.  Ahí estaba solícito el hombro de su asistente en la subsecretaría de educación básica quien paciente y amorosamente enjugaba las lágrimas del bandolero mientras escuchaba: “ahí se suicidó un niñó, allá otro…”.  La Chacha Núñez moqueaba en su primer día de regreso al Internado Vicente Suárez.
    Ahora, vacío el morral de la escala axiológica, la Chacha Núñez nutre su alma negra con los recuerdos.  De cuando en cuando llegan a su mente en insights los tiempos en que compartía varón con su hermana Rosa Velia Soledad; era la época en que los hermanos Núñez Solís saqueaban los almacenes de fármacos del Servicio Médico de la Sección 38 del SNTE.  En esa historia de bandoleros que actuaba de manera impune aparecía como personaje secundario un individuo alto de tez blanca y ojos de color, homosexual de medio tiempo también que lo mismo atendía maritalmente a Rosa Velia Soledad que a su hermano José Luis Núñez Solís.  Eran la reencarnación de los personajes de Sodoma y Gomorra las ciudades bíblicas donde la satisfacción de los apetitos sexuales estaba por encima de las virtudes.  Así eran las chachas Núñez.  Así son.  Así han vivido y antes de que esta publicación empezara a escribir su historia se hacían pasar por gente respetable; es más, ya hasta se les hacía normal que los llamaran “profesores”.  Los bandoleros de medicamentos de la década de los 80 le habían apostado al olvido.
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    Ahora que la Chacha Núñez se encuentra en el umbral de la vejez ha contado con mucho tiempo para reflexionar sobre los motivos que tuvieron sus padres para convertirlo en un niño expósito; tal vez ellos, igual que en la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo pensaban como el padre Rentaría respecto de Miguel Páramo que en aquella cuna se revolvía una serpiente (se cita de memoria).
    Pero como a don Simplicio le falta letra no puede remitirse al Imperio Romano donde el paterfamilias, amo absoluto de su casa, podía ejercer el derecho ius exponendi de la potestas patria consistente en sacar de su hogar al hijo no deseado, dejándolo fuera para que muriese o hasta que alguien finalmente lo acogiera.  De ahí el probable origen de (expositus, puesto fuera) que como describiera Tertuliano “es ciertamente más cruel que matar… abandonando a los críos a la intemperie y al hambre de los perros”, según escribe en su blog el argentino Manuel Cortés Blanco.
    El escritor prosigue: “Durante siglos ser un “expósito” supuso una especie de estigma de por vida cuyo obstáculo no era tan fácil de superar.  Al abandono, la vergüenza y la pérdida consiguiente de identidad se sumaba en ocasiones un desprecio social, tan injusto como cruel.  ‘Cunero, hospiciano, inclusero’.  Niños que se burlan de otros niños como en el caso de la Chacha Núñez a quien apodaban el Chueco, quien desde entonces tiene bien claro que el destino de su alma podrida es sólo uno: reptar.
    Este es el estado en el que se encontraba la Chacha Núñez en la infancia con los ingredientes necesarios para convertirse en lo que hoy es: depravado, homosexual, ladrón, proxeneta y cobarde.
    Cobarde porque desde hace meses que la Chacha Núñez no habita la pocilga en la que vivía allá en Lomas de Lourdes.  Anda a salto de mata.  La llamada a un celular que hizo delante la Piruja cincuentona a nombre de Pancho Salazar con una voz chillona e insegura, presa de los celos, le ha costado la tranquilidad, pues hoy es exhibido en su dimensión exacta como un pedazo de materia fecal que por sus acciones avergüenza al género humano.  Esto debe de dolerle más que las hernias intestinales y las hemorroides perras que lo acosan.
    Sin embargo, al revisar la historia personal de este ladrón es difícil entender, en primera instancia, las formas en que ha logrado envolver a decenas de personas que han contribuido a que sea hoy por hoy el emblema de la picaresca educativa del estado; pero la dificultad se supera si se centra la atención en la condición humana, porque es preciso reconocer que la Chacha Núñez, empíricamente conoce los resortes psicológicos de los seres a los que se ha acercado y que han tenido la responsabilidad oficial y sindical del funcionamiento del aparato educativo de Coahuila durante los últimos 40 años.
    Definitivamente, la Chacha Núñez igual que el Lazarillo de Tormes conoce las flaquezas de todos los hampones que ha tenido como amos; sabe de la abyección del ser humano y con esa rara intuición feminoide ha logrado medir psicológicamente a las bestezuelas que ha explotado, aunque no siempre el triunfo ha sido el resultado: hoy vaga por la existencia alejado totalmente de su primera mujer y de sus hijas; además, siente aún el repudio de su segunda esposa quien lo aborrece por homosexual de medio tiempo y hoy sólo le queda quien fuera su asistente, una mujer casada y con un hijo veinteañero que diariamente ingiere el clonazepam suficiente para mantener sedado a un caballo, lo que no habla bien de su salud mental.
    En los registros de la historia del sistema educativo estatal que se extiende a las instituciones de seguridad social no existe un caso similar al de este cínico que después de haber ingresado como conserje se jubile 30 años después, sin estudios de licenciatura con el más alto sueldo.  Es más, recibe más dinero que quienes sí trabajaron frente a grupo.  Por ejemplo: un profesor jubilado con grado de maestría recibe actualmente alrededor de 24 mil pesos por concepto de jubilación y la Chacha Núñez que toda su vida se ha dedicado al enganchamiento de mujeres, actuando como proxeneta al servicio de los poderosos recibe alrededor de 30 mil pesos mensuales y no existe todavía en el sistema un solo funcionario, ni sindical ni oficial que ponga fin al saqueo a que ha sometido a las instituciones.
    Después de jubilarse en 2003 la Chacha Núñez no se retira a la pocilga que habitaba pues es recontratado por el entonces subsecretario Andrés Mendoza Salas contraviniendo el artículo 64 de la Ley de Pensiones de los Trabajadores de la Educación que a la letra dice: “(…)…Las pensiones serán además incompatibles con el desempeño de cualquier cargo, o empleo remunerado en el ramo educativo, al servicio de las entidades y organismos a que se refiere el artículo 2°. de esta Ley”.
    A Andrés Mendoza Salas lo ha sucedido en el cargo María Dolores Torres Cepeda quien aún llora la partida de la Chacha Núñez, su chofer, su confidente, su paliacate de lágrimas su mandadero y la conexión con los brujos que atienden a las figuras del poder estatal.  Hace un año el sodomita metió una incapacidad médica para atenderse las hemorroides perras que lo aquejan producto de las violaciones sexuales a que era sometido en el internado Vicente Suárez donde era niño expósito.  Esto al menos es lo que se dice, pero la realidad es que la Chacha Núñez huyó del centro de trabajo por cobarde: otro de los amantes de su asistente lo perseguía.  La persecución aún no termina y el sodomita de medio tiempo anda a salto de mata.  Cambia constantemente de domicilio y cuando la subsecretaria lo ocupa como chofer ambos maniobran pues saben que también se le busca por la calle Castelar.
    Escribe Salvador Novo en su autobiografía escatológica que por lo mismo fue publicada de manera póstuma que los sodomitas se entienden con un guiño.  Cuatro décadas después de que la Chacha Núñez empezara su relación “de amistad” con Leopoldo Vega Urbina la duda se levanta amenazadora por lo que expresa el dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
    Vega Urbina como Director General de Educación Pública del Estado (1981-1987) durante los tiempos en que el cinismo era gobierno encarnado en la figura de José de las Fuentes Rodríguez, fue el encargado de entregar las primeras 27 horas clase a la Chacha Núñez ubicándoselas en la Escuela Secundaria Humberto Elizalde Jasso.
    El otrora famoso Polo Vega sabía que el bandolero José Luis Núñez Solís era un analfabeto que carecía totalmente de los méritos académicos para acceder a una plaza de profesor de secundaria y sin embargo, firmó, mojando la pluma en el tintero de la mierda su nombramiento.  ¿Qué había detrás de este acto puerco?  Tal vez el entendimiento de Polo Vega con la Chacha Núñez es como escribe Salvador Novo, con un guiño.  Porque aún conservan esa entrañable amistad, al grado de que el bandolero homosexual se encontraba en primera fila el día en que la Sección 38 del SNTE le organizó un homenaje al exdirector de educación en Coahuila.
    En el largísimo rosario de cómplices con que ha contado la Chacha Núñez en su prolongada estancia dentro del sistema educativo coahuilense no se puede soslayar a el Indio Peinado (a) Julio César Gallegos Chávez que igual que el bandolero sodomita no ha podido superar los conflictos gestados en la cuna pues sabe que procede de una relación incestuosa entre su abuelo y su madre.
    El Indio Peinado es un individuo que durante los años duros que le tocaron vivir cuando aún no comía totalmente con mantequita era un comunista de huarache y de huaripa que llevaba al pecho un medallón con la imagen de la virgen de Guadalupe cincelada en altorrelieve.  Este era el fresco que evidenciaba la contradicción existencial y la flaqueza de ideales.
    Como profesor normalista Gallegos Chávez se creía la encarnación del idealista italiano Antonio Gramci pero no pasaba de ser el hazmerreír del resto de la plantilla docente que laboraba en esa institución en la década de los 80.
    Al Indio Peinado le tocó darle asilo a la rata homosexual llamada José Luis Núñez Solís en el año 2000.  Gallegos Chávez sabía también que el roedor asqueroso que tenía que inscribir en la nómina normalista es un analfabeto funcional, pero no le importó: también se entendía con un guiño.
    Este es fundamentalmente el grupo de cómplices con que ha contado la Chacha Núñez para hacer de las suyas en el sistema educativo estatal.  Esto debería llenarnos de vergüenza a todos y sin embargo, no pasa nada.
   
La imbecilidad gubernamental y el cretinismo sindical

    Pero al margen del perfil delincuencial de este gomorrita es muy doloroso aceptar la inacción de las autoridades encargadas de velar por la aplicación correcta del dinero público.  Aunque esta publicación ha solicitado por escrito información acerca del perfil profesional de Núñez Solís, en la Secretaría de Educación (SEDU) se ha negado la información completa bajo el argumento de que los datos se encuentran en un archivo muerto y por lo tanto de muy difícil acceso.  Total: todos se hacen pendejos.  No hay respuesta.
    En la SEFIR, Secretaría de Fiscalización y Rendición de Cuentas cuyo titular es Jorge Verástegui Saucedo luego de armar un pedito de proporciones regulares esta publicación logra que le den entrada a un escrito en el que se solicita una revisión del caso José Luis Núñez Solís a través de los auditores de esa secretaría pero días después la petición seguía atorada hasta que Territorio Libre logra una respuesta muy débil en la que mediante oficio un abogadete con aspecto de burócrata del medievo que firma como Héctor Nájera Davis remite la petición a la Contraloría interna de la Sección 38 a cargo de un profesor de nombre Julio César Rodríguez Martínez.  Esto es todo lo que se logró en la SEFIR.  Días después saldría a la luz pública a través de una columna periodística que Verastegui Saucedo cobraba como aviador en la Secretaría de Economía durante la administración de Humberto Moreira.  Antes de encabezar la Secretaría de Fiscalización y Rendición de Cuentas, Jorge Verastegui fue un abyecto empleado del Grupo Industrial Saltillo; en ese tiempo se sentía por encima de todos pues era el ejecutor político de la voluntad de Javier López del Bosque, el fiel de la balanza política en la región.  ¿Qué se puede esperar de un corrupto que creció en las entrañas purulentas del GIS en cuanto a la encomienda que ha recibido para cuidar los dineros públicos?  Nada.  Sólo basura.  Esto es la SEFIR.
    Pese a que en el oficio citado se reconoce que los funcionarios de la Dirección de Pensiones, tanto los actuales como los que ya se fueron tienen responsabilidad como servidores públicos, en la Dipetre, su presidente Jesús Amancio Núñez Limón sigue montado en su macho negándose a revisar el caso de José Luis Núñez Solís a pesar de que la institución pensionaria ya no puede cumplir con sus compromisos de manera autónoma y actualmente usa parte del presupuesto regular del Gobierno del Estado para cubrir parte de las pensiones y jubilaciones de los trabajadores de la educación de Coahuila.
    Pero lo más grave es que con la impunidad que los funcionarios de la Dipetre tratan el caso de las Chachas Núñez (el homosexual José Luis y la odalisca Rosa Velia Soledad), se desprende que un gran número de jubilados y pensionados se encuentran en la misma situación que el grupo de delincuentes que han sido señalados por esta publicación; de otra forma no se entiende la complicidad de su silencio.