Eliseo Loera Salazar
El 30 de junio de 1988 Saltillo olía a muerte. Detrás de su escritorio, Guadalupe Sergio Reséndiz Boone, a la sazón secretario de la Dirección General de Educación Pública de Coahuila lucía demacrado, triste, abatido. Parecía sincero. Esperaba la llegada del cadáver de Eliseo Loera Salazar quien hasta el día anterior había sido Secretario General de la Sección 38 del SNTE y cuyo asesinato brutal había conmocionado a la todavía ingenua sociedad saltillense.
De pronto, Jesús Alfonso Arreola Pérez, titular de la dependencia se planta ante él y le dice con el engolamiento natural de su voz:
- Sergio, venga, necesito hablar con usted.
Resendiz Boone dejó de acariciar su generosa barriga y se puso de pie para caminar los tres metros que lo separaban de la umbría oficina desde donde se manejaban los asuntos educativos del estado. Sólo ellos saben qué platicaron, pero cuando Guadalupe Sergio cerraba la puerta del despacho de Jesús Alfonso ya traía colgada la sonrisa mecánica con la que deambula por la existencia.
Aunque no existen evidencias, del contexto se puede inferir que ambos saben mucho más de este artero crimen. Gobernaba Coahuila Eliseo Mendoza Berrueto.
Al morir, Loera Salazar tenía 51 años. Había sido tuerto en tierra de ciegos. Pésimo como docente, el otrora titular de educación había muerto en una finca con valor de 100 millones de pesos mientras cada uno de los profesores ganaba 1.5 salarios mínimos, el equivalente a 60 pesos diarios en estos días.
Aunque con dinero público y sindical había logrado comprar algunos romances, el viejo dirigente vivía con el complejo que deriva de la fealdad. Su comportamiento era altanero. Eliseo empezaba a fundar un imperio de corrupción. Antes de ocupar la secretaría general había sido presidente del Consejo de Administración del Servicio Médico. Desde ahí entregaba tarjetas de crédito ilimitado a sus compañeras sentimentales.
La noche del 29 al 30 de messidor Reséndiz Boone había participado en la ceremonia de velación de los restos del dirigente de la Sección 38 y la última mañana de junio de 1988 esperaba la llegada del cadáver que ya había hecho escala en un periplo con tinte oficial en el que por instrucciones del gobierno lo habían llevada la BENC y a la sede sindical.
Con el sol a levante, el cadáver de Loera Salazar llegaba al patio central de la DGEPE. Sergio Reséndiz Boone, con 38 años de edad en el lomo y sintiéndose un moderno Demóstenes, fue el encargado de pronunciar el discurso fúnebre en el que se legitimaba la existencia del arrogante líder sindical que antes había pasado por las filas de la burocracia, encabezando el ministerio de educación, durante el gobierno de don Eulalio Gutiérrez Treviño en el sexenio 1969-1975, quien lo utilizaba como jilguerillo en los eventos oficiales que se han inmortalizado en un libro llamado Signo y Retorno.
Luego de la ceremonia los restos del dirigente sindical eran conducidos al panteón Santo Cristo en medio del dolor de sus muchas viudas sindicales, mientras la mujer que había muerto la víspera en la misma cabaña, era inhumada de manera casi clandestina.
Aquel 30 de junio de hace dos décadas se ponía a prueba la condición humana. Pese a que Sergio Reséndiz le debía todo al dirigente, optó por su permanencia en la burocracia en lugar de exigir la investigación en torno de la muerte de Eliseo Loera Salazar. Reséndiz Boone había empezado su carrera como docente en las piernas del dictador sindical. Apenas había llegado a los 20 años de edad y ya era inspector general de escuelas secundarias en el estado. El discurso fúnebre pronunciado en el patio central de la DGEPE no había sido más que un intento de Guadalupe Sergio por poner orden en su mente. Una manera de despercudir su cobardía, porque las dudas sobre la muerte de Loera Salazar comenzaron desde los primeros momentos en que su cadáver fue descubierto por Lázaro Vásquez Ramos, Osvaldo Campos Quintero y Humberto González Loza.
En las columnas políticas de la época se insinuaba el misterio que existía en torno del fallecimiento del dirigente sindical, pues no se había practicado la autopsia ni al cuerpo de Eliseo ni al de su acompañante, una enfermera de la clínica del magisterio cuyo desceso fue ocultado por el gobierno.
Los Nichos… y Eliseo
Antes de Eliseo Loera Salazar detentaban el poder en la Sección 38 los hermanos Dionisio y Candelario Sánchez Villaseñor mejor conocidos en los bajos fondos del magisterio como los Nichos.
Ellos habían prestado el poder a Loera Salazar en un pacto mafioso que consistía en que el sucesor en la dirigencia sindical sería Candelario, hermano menor de Dionisio y luego Ascensio, hermano menor de Eliseo.
Pero mientras se cumplían los tiempos Dionisio se haría cargo de la presidencia del Fondo de la Vivienda y Candelario de la presidencia del Consejo de Administración del Servicio Médico.
Voraces en grado superlativo y con una vocación patrimonialista cargaban maletas llenas de dinero para lo que se pudiera ofrecer. Según publicaciones de la época, Dionisio emprendía una carrera frenética en la que lo mismo compraba ranchos, casas, joyas y ropa de marca, que lo transformaba en una especie de Adonis del magisterio. En la década de los ochenta la negra fama de despilfarrador del dinero de las instituciones era ya legendaria y se comentaba en los corrillos del magisterio; sin embargo, esto no le importaba.
Por su parte Candelario ocupaba el lugar que había dejado vacante Eliseo en la presidencia del servicio médico. Atrincherado en esta institución, Candelario se preparaba para suceder a Loera Salazar; sin embargo, atendiendo a su intuición de ranchero mañoso, hurgaba en los registros contables encontrando un rosario de irregularidades que iban desde el otorgamiento de tarjetas de crédito a sus compañeras sentimentales hasta una nómina inflada en la que cobraban desde el jardinero de un primo lejano, hasta la enfermera de la madre del dirigente seccional.
Con esto, Candelario se sentía seguro de tomar el poder a la buena o a la mala. Eliseo había dejado prácticamente quebrado el servicio médico, sin reservas y bajo una administración pésima, la institución marchaba a la deriva con la nómina inflada y bajo la premisa de la improvisación.
La falta de visión de Eliseo Loera Salazar permitía el enriquecimiento de proveedores como la Farmacia Madero, pues en lugar de hacer las compras de los medicamentos directamente con los laboratorios, éstas se hacían con los intermediarios, en donde como la perinola, toma uno, toman dos y toman todos.
Para ese entonces, en las clínicas no había equipo de cómputo para el control de inventarios lo que permitía la fuga de medicinas y material quirúrgico.
Al arribar Candelario Sánchez Villaseñor al servicio médico, lo primero que hizo fue poner orden: desinflar la nómina y dotar de computadoras a las clínicas de Saltillo, Torreón y Monclova. Además, hurgaba en los registros contables del período anterior, encontrando una serie de irregularidades que le permitían tener en un puño a Loera Salazar.
Se dice, aunque esto es imposible de comprobar, que el equipo e instrumental médico con que se dotó a la clínica de Saltillo permitió a Eliseo el desvío de fondos, pues fue comprado ya obsoleto en Estados Unidos.
Por otro lado, la lucha sorda entre Loera Salazar y Dionisio se intensificaba, porque quien tenía en sus manos todos los hilos de la Sección 38 era Sánchez Villaseñor pues desde los años más tiernos de la década de los 80 había empezado a erigirse en el cacique sindical.
El origen paupérrimo de los Nichos les había permitido soslayar totalmente la escala axiológica para la consecución de sus fines. Para 1986 en que resultó impuesto como dirigente Eliseo Loera Salazar, ya los hermanos Candelario y Dionisio habían usado toda la estructura de la Sección 38 para enriquecerse de manera ostentosa, al grado de que desde la perspectiva de la picaresca eran ‘admirados’ por el gremio magisterial que aún transitaba por la senda de la inocencia. pues no habían sido capaces de adquirir la mayoría de edad mental.
Hasta diciembre de 1987 el gremio era propiedad de Candelario y Dionisio, al grado de que las clínicas eran construidas por el contratista José Sánchez Villaseñor, quien debido a su empirismo, carecía de los conocimientos técnicos necesarios para levantar este tipo de obras. La prueba fue el derrumbre del techo del hospital de Piedras Negras en la época en que su hermano Candelario regenteaba el servicio médico del magisterio estatal. En la de Saltillo se les olvidó colocar rampas y aunque los arquitectos de la época hacían señalamientos, éstos eran desoídos por los hermanos Sánchez Villaseñor.
A la suerte de los Nichos se la había llevado el Diablo... José de las Fuentes Rodríguez, gobernador de Coahuila del 1 de diciembre de 1981 al 30 de noviembre de 1987, durante ese sexenio, Dionisio gozaba de la amistad del gobernante y merced a lo anterior, el sumiso congreso de Coahuila aprobaba la Ley del Fondo de la Vivienda para los Trabajadores de la Educación. Desde ahí, Sánchez Villaseñor soñaba con seguir enriqueciéndose; sin embargo, para la víspera de Navidad de aquel año, los Nichos todavía no se daban cuenta de que su suerte había fenecido.
Los últimos días de 1987, los sueños de los hermanos Candelario y Dionisio Sánchez Villaseñor se transformaban en pesadilla. La policía ministerial detenía a Candelario bajo los cargos de robo de vehículos y lo sentaba en el banquillo de los acusados. La vida les había dado un vuelco. La fotografía del otrora poderoso dirigente llegaba a todos los rincones de Coahuila mientras Dionisio que ya miraba convertidas en añicos sus aspiraciones y su voracidad, entraba en depresión profunda.
Desde entonces, los automóviles volkswagen de la línea Corsar se harían famosos en Coahuila. La delgada franja conciente del magisterio estatal estaba de plácemes; en tanto, en cantinas y figones los profesores soltaban la brida de los comentarios zahirientes. Los Nichos habían caído en desgracia y el más contento era Eliseo Loera Salazar pues se había quitado de encima una nopalera. Había sacado de sus zapatos dos piedras enormes que no lo dejaban caminar en el saqueo a la Sección 38 del SNTE.
Durante las cuatro semanas posteriores a la muerte de Eliseo Loera Salazar, era común leer columnas políticas como la siguiente:
"De poco le ha servido a Rubén Castro Ojeda, el hombre de organización del SNTE, enviado por Carlos Jongitud Barrios a contralar la Sección 38, la gira que realiza por la entidad para calmar los ánimos de las bases magisteriales que ahora, al ver la rebatinga que se ha desatado por la aún no aclarada muerte del líder (sic) Eliseo Loera Salazar, se muestran decididas a poner un alto a la manipulación y al uso de la agrupación sindical como pivote político o para el enriquecimiento personal de los dirigentes… la presencia hoy (21 de julio de 1988) de grupos de mentores que representan a todas las regiones de la entidad, es una muestra del rechazo que por igual sienten por quienes como el líder nacional Antonio Jaimes Aguilar están tratando de evitar a toda costa una democratización o por quienes como el profesor Miguel Vargas Ortiz pretenden entrar a pescar a río
revuelto en las finanzas del profesorado…pero sobre todo, la base está hoy mostrando su repudio y la indignación que hay entre los mentores en relación a lo que ha sido el liderazgo estatal en los últimos años, desde que Dionisio Sánchez Villaseñor, con su hermano Candelario como principal cómplice, amasó una fortuna incalculable realizando todos los negocios imaginables y no imaginables utilizando los dineros sindicales o la fuerza del gremio para obtener favores políticos lícitos e ilícitos… todo mundo sabía que un modesto maestro no podía milagrosamente enriquecerse de la noche a la mañana sin trabajar y las sospechas se profundizaban por la ostentación de riqueza que Nicho acostumbra, luciéndose cual jeque árabe… se conocían sus desplantes, los trafiques con su fábrica de uniformes, el intermediarismo, el juego con los contratos de obras educativas a través de prestanombres o de empresas fantasmas, la cantidad de propiedades que acumuló bajo otros nombres y la vida disipada que llevaba, pero hasta que se descubrió el comercio de autos robados…"
En otra columna política de la época ha quedado para la historia que los automóviles fueron comprados por el propio Eliseo Loera Salazar, una diputada y Oswaldo Campos Quintero.
También, en otra nota periodística de aquellos años se puede leer el siguiente encabezado: "Caciquismo y corrupción en la Sección 38". El sumario reza: "Dionisio Sánchez Villaseñor la ha utilizado para su beneficio personal lesionando los intereses de miles de maestros agremiados a esa institución, cuyos fines han sido desvirtuados de sus nobles objetivos.
En el cuerpo de la nota ha quedado escrito: "De propiedades cuyo valor actual es de varios centenares de millones de pesos logró hacerse durante su gestión el exsecretario general de la Sección 38 del SNTE, Dionisio Sánchez Villaseñor, quien ahora, junto con "su grupo" pretende retomar el control de la organización con el pretexto de la muerte del profesor Eliseo Loera Salazar.
Una minuciosa investigación realizada por VANGUARDIA permitió conocer que Dionisio Sánchez Villaseñor posee un rancho denominado "El Aire", ubicado en el cañón de Palmagorda de este municipio.
Este rancho perteneció hace muchos años a una familia de apellido Flores, el cual posteriormente fue vendido al exrector de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro José Luis Gutiérrez Esquivel.
Su extensión es de aproximadamente 700 hectáreas, de las cuales 150 son tierras de primera clase (para huertas), y el resto es agostadero con capacidad para unos 250 vientres entre ganado vacuno y caprino.
Existe de reciente construcción una pila con capacidad para almacenar 300 mil litros de agua y en posición de trabajar se encuentra estacionada en el rancho una máquina perforadora. Asimismo, como obras de reciente proceso existe un camino e incluso hay un tractor pequeño que se ha encargado de este trabajo. Lo más importante es quizá la electrificación del rancho, de reciente instalación porque en su postería se puede leer "LP-88", correspondiendo estas abreviaturas a "línea primaria" y el año de su conexión.
El rancho cuenta con riego por aspersión, y tomando en cuenta toda la infraestructura, la inversión ahí realizada rebasa conservadoramente los 500 millones de pesos, sin incluir la perforación del pozo que a la vista se pretende, lo cual elevaría el monto en otra cantidad millonaria. El inmueble se localiza a tan sólo 24 kilómetros de esta capital.
En el callejón Juan de Bernardino y calle Salazar se puede observar la remodelación a todo lujo que Dionisio Sánchez Villaseñor ordenó, sin el menor recato ni respeto para sus compañeros maestros, algunos de los cuales viven en pocilgas ubicadas en las colonias La Minita, Guayulera, Francisco I. Madero y 26 de Marzo, entre otras.
En el bulevar Ildefonso Villarello número 685 se encuentra una fábrica de uniformes escolares de uso forzoso hasta el pasado ciclo en todas las escuelas federales, estatales y municipales, denominado YODI, que corresponden a los nombres de Yolanda Flores Carreón y Dionisio Sánchez Villaseñor.
El Cortijo San José –donde hace dos años se realizó un torneo de tenis a nivel nacional a costos multimillonarios- tiene entre sus muchas comodidades una alberca techada, calefacción, baño sauna y canchas para practicar todos los deportes…".
La información anterior fue ilustrada por la publicación de referencia con fotografías del rancho, las casas, la maquina perforadora, el tractor y la pila con capacidad para almacenar 300 mil litros de agua.
Como se puede advertir, era materialmente imposible ocultar el origen malhabido de las fortunas de los dirigentes de la Sección 38. En ese tiempo las instituciones de seguridad social apenas empezaban a consolidarse en medio de la pobreza de los trabajadores de la educación, quienes debido al proceso inflacionario que se vivía en ese entonces y como consecuencia de la erosión constante de sus ingresos, ganaban apenas el equivalente a seis dólares, 1.5 salarios mínimos.
La muerte de Eliseo Loera Salazar
La mañana de aquel 28 de junio de 1988, apenas una semana antes de la elección presidencial el país ardía. Por doquier se esuchaban voces que anunciaban el desastre. Para algunos, México se cimbraría por las candidaturas a la presidencia de la República de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano por el Frente Democrático Nacional –FDN-, Manuel de Jesús Clouthier por el PAN y Carlos Salinas de Gortari por el Partido Revolucionario Institucional.
Todo lo anterior no importaba a los hermanos Sánchez Villaseñor que se enfrascaban en una agria discusión con Eliseo Loera Salazar en el quinto piso del edificio sindical de la Sección 38 del SNTE. Carlos Jongitud Barrios vivía sus últimos meses al frente de Vanguardia Revolucionaria; los cuerpos políticos tanto de Dionisio como de Candelario se encontraban en medio de los estertores agónicos y Eliseo aspiraba los últimos aires de su vida. Ninguno de los actores conocía su destino inmediato.
Cuando Eliseo abandonaba el recinto sindical el sol ya había pasado el cenit en la bóveda celeste. Los últimos en despedirse del dirigente se daban cuenta de su mal humor y no habían sido ajenos al tufo etílico. Aquel día, Loera Salazar había empezado a beber escocés muy temprano, tal vez –pensaban- con el afan de amainar el coraje provocado por los hermanos Sánchez Villaseñor.
Aunque sólo algunos conocen la ruta seguida por el funcionario, poco antes de las dos de la tarde se encontraba en el estacionamiento de la clínica del magisterio, al sur de la ciudad a bordo de su automóvil Ford Crown Victoria de aúreo color. Desde el interior de la dirección del nosocomio se podía advertir que iba de muy mal talante, pues desde su arribo comenzó a activar el claxón al grado de taladrar los tímpanos de trabajadores y pacientes. Ante la situación, el director del hospital le dijo a una de las enfermeras:
- Olvide lo que está haciendo y mejor vaya a ver qué quiere.
La mujer salió del lugar y abordó el vehículo. Ya jamás se les volvió a ver con vida. Dos días después los periódicos daban cuenta de que con el cadáver de Eliseo había sido encontrada una mujer, también desnuda, y cuya muerte había llegado porque junto a su amante había aspirado el gas de un calentador, en pleno verano, allá por el rumbo del fraccionamiento San Ignacio, al pie de la Sierra Zapalinamé. Los restos de la enfermera eran velados casi de manera clandestina en una funeraria de la localidad. El velo que el gobierno intentaba colocar sobre el caso empezaba a despertar sospechas entre la opinión pública.
Como si el escenario político que se vivía hubiese sido confeccionado por una mente endiablada, en el Real Cinema se proyectaba la película: La Venganza del Maestro Borrachón mientras en el Florida 2 pasaban Emanuelle, Reina del Amor; en sala dos de Los Gemelos Alameda se corría la cinta Universidad del Crimen; como gran estreno, el Cinema Atenea anunciaba Contacto Sangriento, y para estar a tono con el clima de crimen y violencia que vivía Coahuila, Studio 42 decía en su cartelera: El Diablo hizo esta película.
Por su parte, Soriana, donde nadie gana, exhibía sus ofertas: zapato tipo tenis para niña, varios colores, corte en tela y suela PVC, tallas de la 17 a la 21 de $22,190.00 a $9,900.00.
En el ámbito político estatal, Eliseo Mendoza Berrueto el más gris de los gobernadores que ha padecido Coahuila acababa de calzarse las botas de gobernante, y el villano favorito del dueño del periódico Vanguardia era el procurador de justicia Ramiro Flores Arizpe; los panistas apenas sacaban la cara en declaraciones de Roberto Uriega Gómez y Yolanda Campos López. En el PRI vivía sus momentos de gloria Arturo Berrueto González quien llevaba mano en el nombramiento de los cargos públicos y de elección popular y poco después desgraciaría la vida de Eleazar Galindo Vara, luego de haberlo hecho alcalde.
Cuando los miembros del descabezado Comité Ejecutivo de la Sección 38 se dieron cuenta de que estatutariamente la secretaría general debía ser ocupada por Samuel González Santos, suplente de Loera Salazar apenas comenzaba el estira y afloja por el poder sindical entre los distintos grupos de esa organización. La suculencia del botín los llevaría a una lucha fratricida que se prolongaría durante mes y medio.
A mediados de julio nacía el Movimiento de Reivindicación Sindical que buscaba la aplicación de los acuerdos emanados del Décimosegundo Pleno del que había surgido como dirigente Eliseo Loera y como suplente Samuel González Santos. La oposición de los integrantes del CES de la 38 haría estallar el petardo. Ni las generosas lluvias veraniegas podían impedir que un puñado de jóvenes azuzados por los dirigentes que ya habían acumulado fortuna se rebelaran contra las cabezas visibles que operaban en la Sección 38: Lázaro Vásquez Ramos, José de Jesús Rentaría, Alfonso Cepeda Salas y Oswaldo Campos Quintero, entre otros.
Por su parte, el Movimiento de Reivindicación Sindical estaba conformado por una pléyade de exdirigentes y tropa entre los que figuraban Dionisio y Candelario Sánchez Villaseñor, Miguel Vargas Ortiz, Humberto y Carlos Moreira Valdés, Francisco Gaytán y, en un curioso sesgo de su vida Leopoldo Vega Urbina quien se incorporaría al movimiento el 29 de julio de aquel año.
Diezmado, pero con el apoyo de Carlos Jongitud Barrios, el viejo cacique del SNTE, los oficialistas manejaban la situación, porque finalmente los porros estaban de su lado y un puñado de 600 profesores difícilmente podría arrebatarles el poder, sobre todo por el desprestigio que vivían los exdirigentes sindicales, pues carecían de calidad moral para ser contrapeso de la todavía poderosa dirigencia, que en conjunto manejaba alrededor de 10 mil millones de viejos pesos cada año.
Para mediados de agosto el movimiento reivindicador se había desinflado y aunque todavía se alzaban algunas voces de protesta a las que los medios hacían eco, Lázaro Vásquez Ramos declaraba que no había oposición al interior del comité seccional para que Samuel González Santos tomara posesión de su cargo; no obstante estas declaraciones, ya se cocinaba un pleno seccional que legitimaría a Oswaldo Campos Quintero como secretario general interino. De esta manera los oficialistas ganaban tiempo mientras ubicaban las trincheras enemigas. De septiembre a diciembre el movimiento culminaba con la expulsión mediante castigo de los derechos sindicales de 23 integrantes del opositor movimiento reivindicador. Entre los castigados estaba Humberto Moreira Valdés, actual gobernador de Coahuila y Leopoldo Vega Urbina que se había integrado al grupo insurrecto tal vez por la nostalgia que genera la pérdida del poder, pues en diciembre de 1987 había dejado de ser director de educación en el estado.
En enero de 1989 la serenidad y sencillez campiranas de Lázaro Vásquez Ramos, paisano de Humberto Dávila Esquivel (a) la Liebre, que recién había sido electo dirigente de la Sección 38 harían que las aguas revueltas regresaran a sus cauces.
Dionisio Sánchez Villaseñor y su hermano Candelario se replegaban mientras el sindicalismo magisterial tomaba nuevos derroteros.
En aquel entonces se empezaba a rumorear que Eliseo Loera Salazar había dejado una lista de sus pupilos que ocuparían la secretaría general durante las próximas dos décadas. Tal parece que su capricho fue cumplido cabalmente, pues la Sección 38 viviría sindicalmente en medio de la paz de los sepulcros hasta la llegada de Carlos Ariel Moreira Valdés.
Los pupilos de Eliseo
Ciertos o no los rumores de que en vida Loera Salazar había nombrado herederos, la verdad es que a partir de Oswaldo Campos Quintero la sucesión en la Sección 38 se ha dado en forma tersa. En 1989 asumiría la dirigencia Lázaro Vásquez Ramos; en 1991 lo sucedería Julián Montoya de la Fuente; luego en 1995 Alfonso Cepeda Salas; después, en 1998, Alejandro Torres de la Rosa; en 2000 Juan Manuel Armendáriz Rangel; y de 2004 a 2007, Alejandro Campos García.
Durante estas dos décadas en que estos hombres fueron la encarnación al estilo Luis XIV de la Sección 38 del SNTE, los rumores de que las instituciones de seguridad social estaban al borde de la quiebra no han cesado; no obstante lo anterior, tampoco cesaba la construcción de residencias para algunos funcionarios sindicales en los fraccionamientos exclusivos. Los lujosos vehículos que se veían estacionados a las puertas del viejo edificio sindical, eran una muestra inequívoca del ostentoso tren de vida que han llevado.
Pese a que el grupo compacto que dirigió a la Sección 38 durante los últimos 20 años surgió en medio de los reclamos de cientos de profesores y de los señalamientos de los medios de comunicación, siempre privó la opacidad en el manejo de los recursos de las instituciones de seguridad social.
Durante todo este tiempo, el agiotismo sindical fue otra de las constantes, pues los préstamos a corto plazo otorgados a los profesores y trabajadores de apoyo se emitían con tasa de interés bancario, tanto Pensiones, FOVI, Fondo de Ahorro y Seguro del Maestro han lucrado con las necesidades de la base magisterial.
Secretarios generales como Alfonso Cepeda Salas y Juan Manuel Armendáriz Rangel no han estado exentos de señalamientos; el primero pasó a la fama por el comentario público que en su momento hizo la conductora de RCG Maribel Campos de haber recibido un dije con valor de un mil 500 dólares y el segundo tuvo que pasar tragos amargos cuando se exhibía a su tesorero en medio de su riqueza.
Por otra parte, en estas dos décadas nunca se cumplió con las leyes que rigen el funcionamiento de las instituciones de seguridad social en lo que respecta a la publicación de sus estados financieros en los diarios de mayor circulación.
Con la llegada de Carlos Moreira a la dirigencia de la Sección 38 la élite que la dirigía se sintió aplastada y tarde se dieron cuenta los miembros de la nomenklatura de que durante dos décadas fueron clavando, con paciencia franciscana, las tablas del ataúd que los conduciría irremisiblemente al ostracismo sindical.
No tuvieron la precaución de otear el horizonte para darse cuenta de que el grupo gobernante no duerme.
De pronto, Jesús Alfonso Arreola Pérez, titular de la dependencia se planta ante él y le dice con el engolamiento natural de su voz:
- Sergio, venga, necesito hablar con usted.
Resendiz Boone dejó de acariciar su generosa barriga y se puso de pie para caminar los tres metros que lo separaban de la umbría oficina desde donde se manejaban los asuntos educativos del estado. Sólo ellos saben qué platicaron, pero cuando Guadalupe Sergio cerraba la puerta del despacho de Jesús Alfonso ya traía colgada la sonrisa mecánica con la que deambula por la existencia.
Aunque no existen evidencias, del contexto se puede inferir que ambos saben mucho más de este artero crimen. Gobernaba Coahuila Eliseo Mendoza Berrueto.
Al morir, Loera Salazar tenía 51 años. Había sido tuerto en tierra de ciegos. Pésimo como docente, el otrora titular de educación había muerto en una finca con valor de 100 millones de pesos mientras cada uno de los profesores ganaba 1.5 salarios mínimos, el equivalente a 60 pesos diarios en estos días.
Aunque con dinero público y sindical había logrado comprar algunos romances, el viejo dirigente vivía con el complejo que deriva de la fealdad. Su comportamiento era altanero. Eliseo empezaba a fundar un imperio de corrupción. Antes de ocupar la secretaría general había sido presidente del Consejo de Administración del Servicio Médico. Desde ahí entregaba tarjetas de crédito ilimitado a sus compañeras sentimentales.
La noche del 29 al 30 de messidor Reséndiz Boone había participado en la ceremonia de velación de los restos del dirigente de la Sección 38 y la última mañana de junio de 1988 esperaba la llegada del cadáver que ya había hecho escala en un periplo con tinte oficial en el que por instrucciones del gobierno lo habían llevada la BENC y a la sede sindical.
Con el sol a levante, el cadáver de Loera Salazar llegaba al patio central de la DGEPE. Sergio Reséndiz Boone, con 38 años de edad en el lomo y sintiéndose un moderno Demóstenes, fue el encargado de pronunciar el discurso fúnebre en el que se legitimaba la existencia del arrogante líder sindical que antes había pasado por las filas de la burocracia, encabezando el ministerio de educación, durante el gobierno de don Eulalio Gutiérrez Treviño en el sexenio 1969-1975, quien lo utilizaba como jilguerillo en los eventos oficiales que se han inmortalizado en un libro llamado Signo y Retorno.
Luego de la ceremonia los restos del dirigente sindical eran conducidos al panteón Santo Cristo en medio del dolor de sus muchas viudas sindicales, mientras la mujer que había muerto la víspera en la misma cabaña, era inhumada de manera casi clandestina.
Aquel 30 de junio de hace dos décadas se ponía a prueba la condición humana. Pese a que Sergio Reséndiz le debía todo al dirigente, optó por su permanencia en la burocracia en lugar de exigir la investigación en torno de la muerte de Eliseo Loera Salazar. Reséndiz Boone había empezado su carrera como docente en las piernas del dictador sindical. Apenas había llegado a los 20 años de edad y ya era inspector general de escuelas secundarias en el estado. El discurso fúnebre pronunciado en el patio central de la DGEPE no había sido más que un intento de Guadalupe Sergio por poner orden en su mente. Una manera de despercudir su cobardía, porque las dudas sobre la muerte de Loera Salazar comenzaron desde los primeros momentos en que su cadáver fue descubierto por Lázaro Vásquez Ramos, Osvaldo Campos Quintero y Humberto González Loza.
En las columnas políticas de la época se insinuaba el misterio que existía en torno del fallecimiento del dirigente sindical, pues no se había practicado la autopsia ni al cuerpo de Eliseo ni al de su acompañante, una enfermera de la clínica del magisterio cuyo desceso fue ocultado por el gobierno.
Los Nichos… y Eliseo
Antes de Eliseo Loera Salazar detentaban el poder en la Sección 38 los hermanos Dionisio y Candelario Sánchez Villaseñor mejor conocidos en los bajos fondos del magisterio como los Nichos.
Ellos habían prestado el poder a Loera Salazar en un pacto mafioso que consistía en que el sucesor en la dirigencia sindical sería Candelario, hermano menor de Dionisio y luego Ascensio, hermano menor de Eliseo.
Pero mientras se cumplían los tiempos Dionisio se haría cargo de la presidencia del Fondo de la Vivienda y Candelario de la presidencia del Consejo de Administración del Servicio Médico.
Voraces en grado superlativo y con una vocación patrimonialista cargaban maletas llenas de dinero para lo que se pudiera ofrecer. Según publicaciones de la época, Dionisio emprendía una carrera frenética en la que lo mismo compraba ranchos, casas, joyas y ropa de marca, que lo transformaba en una especie de Adonis del magisterio. En la década de los ochenta la negra fama de despilfarrador del dinero de las instituciones era ya legendaria y se comentaba en los corrillos del magisterio; sin embargo, esto no le importaba.
Por su parte Candelario ocupaba el lugar que había dejado vacante Eliseo en la presidencia del servicio médico. Atrincherado en esta institución, Candelario se preparaba para suceder a Loera Salazar; sin embargo, atendiendo a su intuición de ranchero mañoso, hurgaba en los registros contables encontrando un rosario de irregularidades que iban desde el otorgamiento de tarjetas de crédito a sus compañeras sentimentales hasta una nómina inflada en la que cobraban desde el jardinero de un primo lejano, hasta la enfermera de la madre del dirigente seccional.
Con esto, Candelario se sentía seguro de tomar el poder a la buena o a la mala. Eliseo había dejado prácticamente quebrado el servicio médico, sin reservas y bajo una administración pésima, la institución marchaba a la deriva con la nómina inflada y bajo la premisa de la improvisación.
La falta de visión de Eliseo Loera Salazar permitía el enriquecimiento de proveedores como la Farmacia Madero, pues en lugar de hacer las compras de los medicamentos directamente con los laboratorios, éstas se hacían con los intermediarios, en donde como la perinola, toma uno, toman dos y toman todos.
Para ese entonces, en las clínicas no había equipo de cómputo para el control de inventarios lo que permitía la fuga de medicinas y material quirúrgico.
Al arribar Candelario Sánchez Villaseñor al servicio médico, lo primero que hizo fue poner orden: desinflar la nómina y dotar de computadoras a las clínicas de Saltillo, Torreón y Monclova. Además, hurgaba en los registros contables del período anterior, encontrando una serie de irregularidades que le permitían tener en un puño a Loera Salazar.
Se dice, aunque esto es imposible de comprobar, que el equipo e instrumental médico con que se dotó a la clínica de Saltillo permitió a Eliseo el desvío de fondos, pues fue comprado ya obsoleto en Estados Unidos.
Por otro lado, la lucha sorda entre Loera Salazar y Dionisio se intensificaba, porque quien tenía en sus manos todos los hilos de la Sección 38 era Sánchez Villaseñor pues desde los años más tiernos de la década de los 80 había empezado a erigirse en el cacique sindical.
El origen paupérrimo de los Nichos les había permitido soslayar totalmente la escala axiológica para la consecución de sus fines. Para 1986 en que resultó impuesto como dirigente Eliseo Loera Salazar, ya los hermanos Candelario y Dionisio habían usado toda la estructura de la Sección 38 para enriquecerse de manera ostentosa, al grado de que desde la perspectiva de la picaresca eran ‘admirados’ por el gremio magisterial que aún transitaba por la senda de la inocencia. pues no habían sido capaces de adquirir la mayoría de edad mental.
Hasta diciembre de 1987 el gremio era propiedad de Candelario y Dionisio, al grado de que las clínicas eran construidas por el contratista José Sánchez Villaseñor, quien debido a su empirismo, carecía de los conocimientos técnicos necesarios para levantar este tipo de obras. La prueba fue el derrumbre del techo del hospital de Piedras Negras en la época en que su hermano Candelario regenteaba el servicio médico del magisterio estatal. En la de Saltillo se les olvidó colocar rampas y aunque los arquitectos de la época hacían señalamientos, éstos eran desoídos por los hermanos Sánchez Villaseñor.
A la suerte de los Nichos se la había llevado el Diablo... José de las Fuentes Rodríguez, gobernador de Coahuila del 1 de diciembre de 1981 al 30 de noviembre de 1987, durante ese sexenio, Dionisio gozaba de la amistad del gobernante y merced a lo anterior, el sumiso congreso de Coahuila aprobaba la Ley del Fondo de la Vivienda para los Trabajadores de la Educación. Desde ahí, Sánchez Villaseñor soñaba con seguir enriqueciéndose; sin embargo, para la víspera de Navidad de aquel año, los Nichos todavía no se daban cuenta de que su suerte había fenecido.
Los últimos días de 1987, los sueños de los hermanos Candelario y Dionisio Sánchez Villaseñor se transformaban en pesadilla. La policía ministerial detenía a Candelario bajo los cargos de robo de vehículos y lo sentaba en el banquillo de los acusados. La vida les había dado un vuelco. La fotografía del otrora poderoso dirigente llegaba a todos los rincones de Coahuila mientras Dionisio que ya miraba convertidas en añicos sus aspiraciones y su voracidad, entraba en depresión profunda.
Desde entonces, los automóviles volkswagen de la línea Corsar se harían famosos en Coahuila. La delgada franja conciente del magisterio estatal estaba de plácemes; en tanto, en cantinas y figones los profesores soltaban la brida de los comentarios zahirientes. Los Nichos habían caído en desgracia y el más contento era Eliseo Loera Salazar pues se había quitado de encima una nopalera. Había sacado de sus zapatos dos piedras enormes que no lo dejaban caminar en el saqueo a la Sección 38 del SNTE.
Durante las cuatro semanas posteriores a la muerte de Eliseo Loera Salazar, era común leer columnas políticas como la siguiente:
"De poco le ha servido a Rubén Castro Ojeda, el hombre de organización del SNTE, enviado por Carlos Jongitud Barrios a contralar la Sección 38, la gira que realiza por la entidad para calmar los ánimos de las bases magisteriales que ahora, al ver la rebatinga que se ha desatado por la aún no aclarada muerte del líder (sic) Eliseo Loera Salazar, se muestran decididas a poner un alto a la manipulación y al uso de la agrupación sindical como pivote político o para el enriquecimiento personal de los dirigentes… la presencia hoy (21 de julio de 1988) de grupos de mentores que representan a todas las regiones de la entidad, es una muestra del rechazo que por igual sienten por quienes como el líder nacional Antonio Jaimes Aguilar están tratando de evitar a toda costa una democratización o por quienes como el profesor Miguel Vargas Ortiz pretenden entrar a pescar a río
revuelto en las finanzas del profesorado…pero sobre todo, la base está hoy mostrando su repudio y la indignación que hay entre los mentores en relación a lo que ha sido el liderazgo estatal en los últimos años, desde que Dionisio Sánchez Villaseñor, con su hermano Candelario como principal cómplice, amasó una fortuna incalculable realizando todos los negocios imaginables y no imaginables utilizando los dineros sindicales o la fuerza del gremio para obtener favores políticos lícitos e ilícitos… todo mundo sabía que un modesto maestro no podía milagrosamente enriquecerse de la noche a la mañana sin trabajar y las sospechas se profundizaban por la ostentación de riqueza que Nicho acostumbra, luciéndose cual jeque árabe… se conocían sus desplantes, los trafiques con su fábrica de uniformes, el intermediarismo, el juego con los contratos de obras educativas a través de prestanombres o de empresas fantasmas, la cantidad de propiedades que acumuló bajo otros nombres y la vida disipada que llevaba, pero hasta que se descubrió el comercio de autos robados…"
En otra columna política de la época ha quedado para la historia que los automóviles fueron comprados por el propio Eliseo Loera Salazar, una diputada y Oswaldo Campos Quintero.
También, en otra nota periodística de aquellos años se puede leer el siguiente encabezado: "Caciquismo y corrupción en la Sección 38". El sumario reza: "Dionisio Sánchez Villaseñor la ha utilizado para su beneficio personal lesionando los intereses de miles de maestros agremiados a esa institución, cuyos fines han sido desvirtuados de sus nobles objetivos.
En el cuerpo de la nota ha quedado escrito: "De propiedades cuyo valor actual es de varios centenares de millones de pesos logró hacerse durante su gestión el exsecretario general de la Sección 38 del SNTE, Dionisio Sánchez Villaseñor, quien ahora, junto con "su grupo" pretende retomar el control de la organización con el pretexto de la muerte del profesor Eliseo Loera Salazar.
Una minuciosa investigación realizada por VANGUARDIA permitió conocer que Dionisio Sánchez Villaseñor posee un rancho denominado "El Aire", ubicado en el cañón de Palmagorda de este municipio.
Este rancho perteneció hace muchos años a una familia de apellido Flores, el cual posteriormente fue vendido al exrector de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro José Luis Gutiérrez Esquivel.
Su extensión es de aproximadamente 700 hectáreas, de las cuales 150 son tierras de primera clase (para huertas), y el resto es agostadero con capacidad para unos 250 vientres entre ganado vacuno y caprino.
Existe de reciente construcción una pila con capacidad para almacenar 300 mil litros de agua y en posición de trabajar se encuentra estacionada en el rancho una máquina perforadora. Asimismo, como obras de reciente proceso existe un camino e incluso hay un tractor pequeño que se ha encargado de este trabajo. Lo más importante es quizá la electrificación del rancho, de reciente instalación porque en su postería se puede leer "LP-88", correspondiendo estas abreviaturas a "línea primaria" y el año de su conexión.
El rancho cuenta con riego por aspersión, y tomando en cuenta toda la infraestructura, la inversión ahí realizada rebasa conservadoramente los 500 millones de pesos, sin incluir la perforación del pozo que a la vista se pretende, lo cual elevaría el monto en otra cantidad millonaria. El inmueble se localiza a tan sólo 24 kilómetros de esta capital.
En el callejón Juan de Bernardino y calle Salazar se puede observar la remodelación a todo lujo que Dionisio Sánchez Villaseñor ordenó, sin el menor recato ni respeto para sus compañeros maestros, algunos de los cuales viven en pocilgas ubicadas en las colonias La Minita, Guayulera, Francisco I. Madero y 26 de Marzo, entre otras.
En el bulevar Ildefonso Villarello número 685 se encuentra una fábrica de uniformes escolares de uso forzoso hasta el pasado ciclo en todas las escuelas federales, estatales y municipales, denominado YODI, que corresponden a los nombres de Yolanda Flores Carreón y Dionisio Sánchez Villaseñor.
El Cortijo San José –donde hace dos años se realizó un torneo de tenis a nivel nacional a costos multimillonarios- tiene entre sus muchas comodidades una alberca techada, calefacción, baño sauna y canchas para practicar todos los deportes…".
La información anterior fue ilustrada por la publicación de referencia con fotografías del rancho, las casas, la maquina perforadora, el tractor y la pila con capacidad para almacenar 300 mil litros de agua.
Como se puede advertir, era materialmente imposible ocultar el origen malhabido de las fortunas de los dirigentes de la Sección 38. En ese tiempo las instituciones de seguridad social apenas empezaban a consolidarse en medio de la pobreza de los trabajadores de la educación, quienes debido al proceso inflacionario que se vivía en ese entonces y como consecuencia de la erosión constante de sus ingresos, ganaban apenas el equivalente a seis dólares, 1.5 salarios mínimos.
La muerte de Eliseo Loera Salazar
La mañana de aquel 28 de junio de 1988, apenas una semana antes de la elección presidencial el país ardía. Por doquier se esuchaban voces que anunciaban el desastre. Para algunos, México se cimbraría por las candidaturas a la presidencia de la República de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano por el Frente Democrático Nacional –FDN-, Manuel de Jesús Clouthier por el PAN y Carlos Salinas de Gortari por el Partido Revolucionario Institucional.
Todo lo anterior no importaba a los hermanos Sánchez Villaseñor que se enfrascaban en una agria discusión con Eliseo Loera Salazar en el quinto piso del edificio sindical de la Sección 38 del SNTE. Carlos Jongitud Barrios vivía sus últimos meses al frente de Vanguardia Revolucionaria; los cuerpos políticos tanto de Dionisio como de Candelario se encontraban en medio de los estertores agónicos y Eliseo aspiraba los últimos aires de su vida. Ninguno de los actores conocía su destino inmediato.
Cuando Eliseo abandonaba el recinto sindical el sol ya había pasado el cenit en la bóveda celeste. Los últimos en despedirse del dirigente se daban cuenta de su mal humor y no habían sido ajenos al tufo etílico. Aquel día, Loera Salazar había empezado a beber escocés muy temprano, tal vez –pensaban- con el afan de amainar el coraje provocado por los hermanos Sánchez Villaseñor.
Aunque sólo algunos conocen la ruta seguida por el funcionario, poco antes de las dos de la tarde se encontraba en el estacionamiento de la clínica del magisterio, al sur de la ciudad a bordo de su automóvil Ford Crown Victoria de aúreo color. Desde el interior de la dirección del nosocomio se podía advertir que iba de muy mal talante, pues desde su arribo comenzó a activar el claxón al grado de taladrar los tímpanos de trabajadores y pacientes. Ante la situación, el director del hospital le dijo a una de las enfermeras:
- Olvide lo que está haciendo y mejor vaya a ver qué quiere.
La mujer salió del lugar y abordó el vehículo. Ya jamás se les volvió a ver con vida. Dos días después los periódicos daban cuenta de que con el cadáver de Eliseo había sido encontrada una mujer, también desnuda, y cuya muerte había llegado porque junto a su amante había aspirado el gas de un calentador, en pleno verano, allá por el rumbo del fraccionamiento San Ignacio, al pie de la Sierra Zapalinamé. Los restos de la enfermera eran velados casi de manera clandestina en una funeraria de la localidad. El velo que el gobierno intentaba colocar sobre el caso empezaba a despertar sospechas entre la opinión pública.
Como si el escenario político que se vivía hubiese sido confeccionado por una mente endiablada, en el Real Cinema se proyectaba la película: La Venganza del Maestro Borrachón mientras en el Florida 2 pasaban Emanuelle, Reina del Amor; en sala dos de Los Gemelos Alameda se corría la cinta Universidad del Crimen; como gran estreno, el Cinema Atenea anunciaba Contacto Sangriento, y para estar a tono con el clima de crimen y violencia que vivía Coahuila, Studio 42 decía en su cartelera: El Diablo hizo esta película.
Por su parte, Soriana, donde nadie gana, exhibía sus ofertas: zapato tipo tenis para niña, varios colores, corte en tela y suela PVC, tallas de la 17 a la 21 de $22,190.00 a $9,900.00.
En el ámbito político estatal, Eliseo Mendoza Berrueto el más gris de los gobernadores que ha padecido Coahuila acababa de calzarse las botas de gobernante, y el villano favorito del dueño del periódico Vanguardia era el procurador de justicia Ramiro Flores Arizpe; los panistas apenas sacaban la cara en declaraciones de Roberto Uriega Gómez y Yolanda Campos López. En el PRI vivía sus momentos de gloria Arturo Berrueto González quien llevaba mano en el nombramiento de los cargos públicos y de elección popular y poco después desgraciaría la vida de Eleazar Galindo Vara, luego de haberlo hecho alcalde.
Cuando los miembros del descabezado Comité Ejecutivo de la Sección 38 se dieron cuenta de que estatutariamente la secretaría general debía ser ocupada por Samuel González Santos, suplente de Loera Salazar apenas comenzaba el estira y afloja por el poder sindical entre los distintos grupos de esa organización. La suculencia del botín los llevaría a una lucha fratricida que se prolongaría durante mes y medio.
A mediados de julio nacía el Movimiento de Reivindicación Sindical que buscaba la aplicación de los acuerdos emanados del Décimosegundo Pleno del que había surgido como dirigente Eliseo Loera y como suplente Samuel González Santos. La oposición de los integrantes del CES de la 38 haría estallar el petardo. Ni las generosas lluvias veraniegas podían impedir que un puñado de jóvenes azuzados por los dirigentes que ya habían acumulado fortuna se rebelaran contra las cabezas visibles que operaban en la Sección 38: Lázaro Vásquez Ramos, José de Jesús Rentaría, Alfonso Cepeda Salas y Oswaldo Campos Quintero, entre otros.
Por su parte, el Movimiento de Reivindicación Sindical estaba conformado por una pléyade de exdirigentes y tropa entre los que figuraban Dionisio y Candelario Sánchez Villaseñor, Miguel Vargas Ortiz, Humberto y Carlos Moreira Valdés, Francisco Gaytán y, en un curioso sesgo de su vida Leopoldo Vega Urbina quien se incorporaría al movimiento el 29 de julio de aquel año.
Diezmado, pero con el apoyo de Carlos Jongitud Barrios, el viejo cacique del SNTE, los oficialistas manejaban la situación, porque finalmente los porros estaban de su lado y un puñado de 600 profesores difícilmente podría arrebatarles el poder, sobre todo por el desprestigio que vivían los exdirigentes sindicales, pues carecían de calidad moral para ser contrapeso de la todavía poderosa dirigencia, que en conjunto manejaba alrededor de 10 mil millones de viejos pesos cada año.
Para mediados de agosto el movimiento reivindicador se había desinflado y aunque todavía se alzaban algunas voces de protesta a las que los medios hacían eco, Lázaro Vásquez Ramos declaraba que no había oposición al interior del comité seccional para que Samuel González Santos tomara posesión de su cargo; no obstante estas declaraciones, ya se cocinaba un pleno seccional que legitimaría a Oswaldo Campos Quintero como secretario general interino. De esta manera los oficialistas ganaban tiempo mientras ubicaban las trincheras enemigas. De septiembre a diciembre el movimiento culminaba con la expulsión mediante castigo de los derechos sindicales de 23 integrantes del opositor movimiento reivindicador. Entre los castigados estaba Humberto Moreira Valdés, actual gobernador de Coahuila y Leopoldo Vega Urbina que se había integrado al grupo insurrecto tal vez por la nostalgia que genera la pérdida del poder, pues en diciembre de 1987 había dejado de ser director de educación en el estado.
En enero de 1989 la serenidad y sencillez campiranas de Lázaro Vásquez Ramos, paisano de Humberto Dávila Esquivel (a) la Liebre, que recién había sido electo dirigente de la Sección 38 harían que las aguas revueltas regresaran a sus cauces.
Dionisio Sánchez Villaseñor y su hermano Candelario se replegaban mientras el sindicalismo magisterial tomaba nuevos derroteros.
En aquel entonces se empezaba a rumorear que Eliseo Loera Salazar había dejado una lista de sus pupilos que ocuparían la secretaría general durante las próximas dos décadas. Tal parece que su capricho fue cumplido cabalmente, pues la Sección 38 viviría sindicalmente en medio de la paz de los sepulcros hasta la llegada de Carlos Ariel Moreira Valdés.
Los pupilos de Eliseo
Ciertos o no los rumores de que en vida Loera Salazar había nombrado herederos, la verdad es que a partir de Oswaldo Campos Quintero la sucesión en la Sección 38 se ha dado en forma tersa. En 1989 asumiría la dirigencia Lázaro Vásquez Ramos; en 1991 lo sucedería Julián Montoya de la Fuente; luego en 1995 Alfonso Cepeda Salas; después, en 1998, Alejandro Torres de la Rosa; en 2000 Juan Manuel Armendáriz Rangel; y de 2004 a 2007, Alejandro Campos García.
Durante estas dos décadas en que estos hombres fueron la encarnación al estilo Luis XIV de la Sección 38 del SNTE, los rumores de que las instituciones de seguridad social estaban al borde de la quiebra no han cesado; no obstante lo anterior, tampoco cesaba la construcción de residencias para algunos funcionarios sindicales en los fraccionamientos exclusivos. Los lujosos vehículos que se veían estacionados a las puertas del viejo edificio sindical, eran una muestra inequívoca del ostentoso tren de vida que han llevado.
Pese a que el grupo compacto que dirigió a la Sección 38 durante los últimos 20 años surgió en medio de los reclamos de cientos de profesores y de los señalamientos de los medios de comunicación, siempre privó la opacidad en el manejo de los recursos de las instituciones de seguridad social.
Durante todo este tiempo, el agiotismo sindical fue otra de las constantes, pues los préstamos a corto plazo otorgados a los profesores y trabajadores de apoyo se emitían con tasa de interés bancario, tanto Pensiones, FOVI, Fondo de Ahorro y Seguro del Maestro han lucrado con las necesidades de la base magisterial.
Secretarios generales como Alfonso Cepeda Salas y Juan Manuel Armendáriz Rangel no han estado exentos de señalamientos; el primero pasó a la fama por el comentario público que en su momento hizo la conductora de RCG Maribel Campos de haber recibido un dije con valor de un mil 500 dólares y el segundo tuvo que pasar tragos amargos cuando se exhibía a su tesorero en medio de su riqueza.
Por otra parte, en estas dos décadas nunca se cumplió con las leyes que rigen el funcionamiento de las instituciones de seguridad social en lo que respecta a la publicación de sus estados financieros en los diarios de mayor circulación.
Con la llegada de Carlos Moreira a la dirigencia de la Sección 38 la élite que la dirigía se sintió aplastada y tarde se dieron cuenta los miembros de la nomenklatura de que durante dos décadas fueron clavando, con paciencia franciscana, las tablas del ataúd que los conduciría irremisiblemente al ostracismo sindical.
No tuvieron la precaución de otear el horizonte para darse cuenta de que el grupo gobernante no duerme.
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