domingo, 30 de marzo de 2008

EDITORIAL

Después de tres meses de que Carlos Moreira Valdés llegó a la dirigencia de la Sección 38 del SNTE, está organización está como la canción: todo sigue igual y no hay novedad.
Las baladronadas de los primeros días se han convertido en volutas de humo, y el concepto de ladrones en que tenía a los dirigentes anteriores se ha convertido en una fraternidad que ya despierta sospechas en el gremio profesoral.
Si las acusaciones que durante los primeros días lanzaba contra las dirigencias del ayer ponían el cuero de gallina a más de uno de los extesoreros, a estas alturas aquellos desplantes infantiles del hermano menor de Humberto Moreira causan hilaridad en los viejos colmilludos, que aún siguen agazapados en cualquier puesto de la otrora poderosa Sección 38.
Prueba de lo anterior es que ahí sigue Fancisco Benito Parra Mireles que luego de ser tesorero ha pasado a la presidencia del Consejo de Administración del Servicio Médico, un lugar desde el que puede hacer muchísimo daño a los profesores estatales por la mentalidad criminal que ha ostentado durante toda su existencia. Un sujeto sin escrúpulos que ahora está en el sitio en el que debería estar una persona con una honorabilidad a toda prueba, no un bandido que después de haber administrado los fondos profesorales, ha resultado con gustos onerosos como la cacería, deporte de ricos, o de cínicos.
También está Juan Manuel Armendáriz Rangel que luego de su paso por la secretaría general se hizo de sus ranchitos y casitas, y de una colección de vehículos clásicos.
Está también Alejandro Durón Ibarra, una ratita de bajo perfil que durante tres décadas ha exprimido las instituciones de la 38.
Si realmente Carlos tuviese la intención de limpiar la mugre de la casa sindical del gremio magisterial podría empezar investigando el origen de los bienes de estos bandoleros del sindicalismo que han medrado con la cobardía y la estulticia de los profesores estatales.
Pero como no existe tal intención, las baladronadas iniciales de Carlos Moreira que ponían el cuero de gallina a los viejos dirigentes sindicales, ahora les producen risa.





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