viernes, 6 de julio de 2007

Tereso Medina Ramírez, el dirigente charro de la CTM compra la residencia de Jorge Masso Masso mientras continúa con el alquiler de los derechos de los obreros condenándolos a las galeras del hambre y a vivir en los chiqueros financiados por el Infonavit, donde seguramente también lleva tajada.


La noticia, publicada por El Heraldo de Saltillo, acerca de que el dirigente de la Confederación de Trabajadores de México, Tereso Medina Ramírez acaba de adquirir la residencia que perteneció al polémico político Jorge Masso Masso no ha sido advertida por el proletariado saltillense.
El hecho, de por si oprobioso porque sólo demuestra la rapiña de los dirigentes cetemistas que mantienen aherrojada la voluntad y mientras trafican con los derechos de los obreros fabriles de la región sureste de Coahuila, llama la atención porque evidencia una vez más que ninguno de los parásitos que chupan las cuotas de los trabajadores es capaz de rehuir la vida de jeques, que han logrado llevar gracias al sometimiento de las masas proletarias.
La historia de Tereso Medina Ramírez es tan triste en sus orígenes como la de la mayoría de los charros sindicales, que sin vergüenza lucran con las necesidades de los trabajadores, cuyos derechos venden a las empresas en tanto los someten a la abyección de imponerles a los líderes en cada una de las fábricas.
Dice una vieja sentencia que hay dos formas de llegar a la cúspide: arrastrándose como el vil gusano o con el vuelo majestuoso del águila y Tereso Medina Ramírez escogió la primera, aderezada con el clásico braguetazo que reduce al varón al más vil de los estadios que ser humano alguno puede ocupar en esta vida.
En la CTM, tradicionalmente la desvergüenza se hereda de generación en generación. Hoy es Tereso Medina, antes los Carranza, los Valdés, los Berino. Todos ellos despreciados por su vileza en el inconciente de la ignorancia supina del obrero.
Medina Ramírez entró en la CTM de la misma forma en que lo hizo en el sindicato minero Napoleón Gómez Urrutia: sin callos en sus manos. A Tereso lo colocó en el camino del charrismo sindical José Dimas Galindo, caporal cetemista de Monclova y aspirante a la gubernatura en los nefastos tiempos del Diablo de las Fuentes.
Tereso Medina estaba con los viejitos que para terminar su vida con cierto decoro -si es que este valor existe en la escala axiológica de la CTM- los charros mayores los habían colocado como procuradores obreros. Ahí parasitaba sin pena ni gloria el dirigente. En ese entonces vestía de una manera más que modesta. Aún no se calzaba las botas confeccionadas con piel de obrero; tal vez ni pensaba en suceder a Gaspar Valdés. En suma, era un oscuro burócrata de la maquinaria cetemista en el estado que hasta checaba tarjeta, pues cada vez que el sol se ponía más allá del cenit se le miraba atravesar con paso cansino la plaza de Armas para perderse en el Centro Histórico donde rentaba una modesta buardilla, dentro de la que consumía invariablemente una portola con pan duro de cualquier panadería citadina. Durante los desfiles del 1 de mayo era matraquero. Se ganaba así de manera indigna el lonche y la cocacola del día de la misma manera que los porros sindicales.
Por aquel entonces no contraía aún nupcias con una de las sobrinas políticas de Gaspar Valdés. Es más, todavía estaba lejos el tórrido romance que años después se correría con una de sus pares en el Ayuntamiento de Saltillo, primera chamba redituable que al amparo cetemista, le permitiría comenzar a comer con manteca y enviar los excedentes a sus padres que vivían en un ejido próximo a Torreón.
Para encaramarse en el puesto en el que desde hace años envilece al sindicalismo Tereso Medina tuvo que traicionar a José Dimas Galindo, echar de la CTM a Gerardo Ordaz Moreno y Juan de la Cruz, sus principales contrincantes en la sucesión de la escatológica posición de la dirigencia charra coahuilense.
Otro dato que exhibe la miseria moral de Tereso –nombre anclado en el santoral femenino del calendario- es que se firma ‘licenciado’ sin que hasta el momento se sepa de qué universidad ha egresado. A lo mejor, el documento que avala sus estudios se encuentra firmado por el director del famoso Instituto Maurer, o de plano fue adquirido en Santo Domingo, porque el tono de voz y la muletilla de “compadrito” que usa para comunicarse tanto con los medios de comunicación, como con los obreros y con los políticos lo evidencia como un iletrado que pretende darse baños de intelectual, según ha quedado constancia luego de su participación en un encuentro de educación, que transcurrió en el auditorio del ITS en marzo del presente año.
Actualmente el movimiento obrero de la región sureste de Coahuila sobrevive en medio de la modorra de los trabajadores, mediatizados a través de las tripas con los mendrugos que les avientan en los comedores de las industrias transnacionales, y, sometidos por los créditos de Infonavit, solamente ¿piensan? en sacar adelante a su numerosa prole; en enviarla a las instituciones de educación pública donde los escolapios proletarios reciben una formación en la que los profesores no andan muy lejos de la mentalidad de los obreros fabriles. Lo anterior trae como consecuencia que nunca se bruña el intelecto proletario, porque falta que funcione el mecanismo de corte humano; es decir, mientras los mentores sigan con su actitud de menesterosos del intelecto, las escuelas seguirán vomitando seres, que aunque no hayan sido condenados al yunque, las instituciones educativas les enjaretan este destino.
Entre los dirigentes charros y los obreros de esta región se da una relación de agravio mutuo. Por un lado los dirigentes expolian a los trabajadores y por el otro, éstos hacen como que en los comicios sufragan por sus líderes. Al final, los resultados son fríos: en las urnas, los obreros cobran los agravios a sus líderes como sucedió cuando Tereso Medina fue candidato por el PRI a una diputación federal. Nunca llegaron a las casillas de votación los sufragios cetemistas, pues los obreros prefieren ver los partidos de futbol a través de la televisión que tomarse la molestia de enviar a sus charros al Congreso de la Unión. Pendejos, pendejos no son, pues saben que esto sería como fortalecer ellos mismos los grilletes que los mantienen sometidos y aherrojados a la vileza del charrismo sindical que representa el falso redentor obrero Tereso Medina Ramírez.
Tocante a la descendencia de los charros cetemistas, se sabe que los hijos se avergüenzan de sus padres. En algunas ocasiones preferirían apellidarse Pérez que ostentar el apellido paterno de Ramírez, Valdés, Carranza o Berino, porque al interior de los claustros académicos son satanizados por ser hijos de quien dicen ser. Finalmente la vergüenza de ser hijos de charro sindical los acompaña toda la vida y jamás pueden quitarse este estigma.