Humberto Moreira estrena palafrenero con una historia corta pero muy negra pues Jericó Abramo Masso aprobó, como regidor, la entrega del agua de Saltillo a los españoles, y con su ignorancia colocó a Saltillo en la rutecolHumberto Moreira estrena palafrenero con una historia corta, pero a de una catástrofe ógica por el uso de aceite automotor en las ladrilleras.
“La suprema ambición de Jorge Masso Masso ha sido la alcaldía de Saltillo. Si fuese necesario un árabe de presidente municipal en Saltillo, hay otros mejor preparados, dignos y, sobre todo, decentes”.
Óscar Flores Tapia
El párrafo escrito por Óscar Flores Tapia en 1984 es lacónico y aunque teñido de xenofobia define la personalidad del abuelo de Jericó Abramo Masso y contiene la visión de una figura polémica de la historia de Coahuila.
Jorge Masso Masso fue un político caprichoso que en 1984 al no lograr la nominación del PRI para la alcaldía de Saltillo se incorporó al Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y desde esa trinchera declaró la guerra al PRI.
En 1984 el fantasma del hambre recorría el valle de Saltillo. En las colonias populares los hombres, las mujeres y los niños deambulaban por las calles arrastrando el fardo de la tristeza. Los andrajos eran la estampa viva de la época. La gente empezaba a escuchar el nombre de Jorge Masso porque en su casa de campaña regalaban lechuga y papa. Hasta allá iban.
El candidato parmista, amigo de Armando Castilla tenía en el periódico Vanguardia el principal apoyo a su campaña política. Diariamente durante 90 días aparecían notas, desplegados y cintillos en los que Masso Masso hablaba de democracia e invitaba a la población a sumarse a su cruzada.
Entre las linduras que por escrito le decía al Diablo José de las Fuentes a la sazón gobernador de Coahuila, se encontraban los epítetos de nepotismo y perversión. Nadie saba aún a ciencia cierta cuándo nació la antipatía entre ambos personajes.
En aquel entonces la desconfianza en el regimen priista y sobre todo en los candidatos –más de lo mismo- llevó a las urnas a sólo unos 50 mil votantes de cuyos sufragios el PRI se adueñó de 30 mil y a Masso Masso desde el Congreso le dejaron alrededor de 16 mil. El resto quedaba dividido entre los partidos morralla.
Después de las elecciones Coahuila se convertiría en la imagen del caos con infiernillos en toda su geografía. El Diablo echó mano entonces de la represión. En Piedras Negras, Monclova, Saltillo, Frontera y Ramos Arizpe había inconformidad. Las macanas policiacas salían a relucir mientras Jorge Masso Masso se disfrazaba de víctima.
La vispera de la navidad de 1984 el candidato parmista colocaba una tienda de campaña en la explanada del edificio de la presidencia municipal y desde ahí seguía enfrentando al Diablo de las Fuentes. Uno de los últimos días, un grupo de ciudadanos fue desalojado del interior del edificio del ayuntamiento de Saltillo y esa fue la coyuntura mendiante la que Masso Masso abandonarìa su “huelga” de hambre. No había garantías –dijo en ese entonces- como si Mahatma Ghandi hubiese hecho tal reclamo a los ingleses durante las muchas ocasiones en que combatía la represión con su lucha pacífica.
Ahí en esa casa de campaña Jericó Abramo Masso decidió –según confesaría después- convertirse en alcalde capitalino para cumplir con los “ideales” de su abuelo al que Óscar Flores Tapia consideraba indecente e indigno.
Jericó, el palafrenero de Humberto.
El uno de enero de 2010 en la mañana, chotas municipales mantenían sitiado el edificio del Teatro Fernando Soler porque a las 14:00 horas tomaría protesta como nuevo alcalde de Saltillo el Cochinón (a) Yericó Abramo Masso. Desde su tumba allá en el panteón Santo Cristo el esqueleto del abuelo Jorge Masso Masso bailaba de gusto. Era día de fiesta para una familia cuya fortuna, cuestionada por lo bajo en el rancio estrato social tenía su anclaje en la política y no en el comercio de quincalla. Una familia inescrupulosa, atípica y enferma de poder donde los roles entre los padres se encuentran invertidos por el determinismo monetario
Trocho como su abuelo, sin lecturas de ningún tipo, forjado entre el trajín del estudio mediocre y la administración de su herencia Yericó, o Jericó como se le conoce, ha llegado a la jefatura de la comuna saltillense como el producto decantado de la nueva clase política que prometó al inicio de su administración el gobernador del estado.
Con la llegada de Jericó al poder municipal el Cártel de los Moreira comienza a estructurar su estrategia sucesoria ya que si se les complica el arribo de Rubén a la gubernatura tienen que contar con incondicionales y uno de los más aptos de acuerdo con sus intereses puede ser el Cochinón (a) Jericó Abramo Masso, el imberbe alcalde que cumple de esta manera la suprema ambición de su abuelo Jorge Masso Masso que de jefe de la policía de un pueblo bicicletero que era Saltillo en la década de los 50 se convirtió en un magnate hotelero que dividía su tiempo en la atención a su mujer y en conseguirle un marido decoroso a su hija única a la que educaba de manera magistral en el uso arrabalero del castellano.
De esta forma Humberto Moreira le hace justicia a su palafrenero pues el gobernador asistió puntual a la ceremonia de toma de protesta del nuevo alcalde y durante su intervención se desvivió en elogios hacia el nuevo funcionario que antes fue su empleado.
Pero al margen de la opinión del gobernante, la verdad es que Jericó no promete gran cosa pues su corta existencia está percudida por tres crímenes de lesa humanidad:
1º.- Es nieto de un político cuya fortuna no resiste la auditoría social.
2º.- Como regidor durante la administración del ladrón Óscar Pimentel estuvo de acuerdo con la entrega de la infraestructura del agua de la ciudad a los españoles que dio lugar al nacimiento de Aguas de Saltillo, una empresa que ha expoliado de manera impía a los saltillenses durante la última década, y,
3º.- Participó al lado del maldito exalcalde en la aplicación del reglamento que impide a las ladrilleras la quema de llantas y en su lugar se ordena el uso de aceite automotor en esta actividad. Esto coloca a Saltillo en la ruta de una catástrofe ecológica porque por el descuido que produce la ignorancia se pueden quemar askareles en lugar de aceite automotor y como consecuencia producir dioxinas, el peor veneno que ha creado el hombre.
Pese a lo anterior, la ignorancia supina de el Cochinón (a) Jericó Abramo Masso le impide calibrar la magnitud del potencial desastre.
Por otro lado, el hecho de que haya sido el candidato que más sufragios ha obtenido en la historia de la ciudad, no se debe a su carisma ni mucho menos a su simpatía, sino al monedero de la gente que como lubricante de la maquinaria priista jugó un papel determinante en el número de votos que cayeron en las urnas. Esta votación copiosa no obedece más que al hambre y la ignorancia de un pueblo con carencia de opciones políticas y víctima de prácticas que se consideraban ya erradicadas.
Otra arista que llama la atención en el caso del Cochinón Jericó Abramo es la imposición de Jaime Castillo Garza como Secretario del Ayuntamiento. Castillo Garza es un funcionario más oscuro que gris, sin formación académica sólida que arrastra el fardo del dolor infinito producto de genes defectuosos.
Durante el primer tramo de la administración moreirista Jaime Castillo se desempeñaba más mal que bien como secretario de educación pública, un cargo que desde los primeros días le empezó a quedar grande, pues durante tres años no hubo muestra de avances cualitativos en el campo educacional de Coahuila; por el contrario, los alumnos del estado ocupan los últimos lugares en desempeño académico según las últimas mediciones en las áreas de matemáticas y español, dos materias fundamentales para el desarrollo de las capacidades cognitivas de los niños y los adolescentes coahuilenses.
Hace alrededor de un año Castillo Garza dejó la Secretaría de Educación y Cultura para incorporarse como Secretario Técnico del Ejecutivo, cargo que venía desempeñando Luis García Abusaid, un connotado panista convertido por estos días al panegirismo gubernamental.
Para los observadores políticos Jaime Castillo llega a la Secretaría del Ayuntamiento por dos cosas cuyo orden no altera el resultado final: 1º).- como una prueba innecesaria que se ofrece al nuevo alcalde de que el epicentro de poder se encuentra en en el PRI y en palacio rosa y 2º).- pa’ lo que se ofrezca en el futuro inmediato en el que se puede presentar una lucha cruda por el poder en los distintos bandos del priismo coahuilense en el que los enemigos de la actual administración se encuentran embozados, pero haciendo negocios. El secretario del ayuntamiento establecerá un marcaje personal permanente sobre el presidente municipal electo por casi 154 mil votos hijos de la pobreza y la ignorancia.
Todo lo anterior permite inferir que Humberto Moreira traerá a mecate corto al alcalde capitalino quien actuará como un empleado más del poder ejecutivo como ha sido desde siempre en la capital del estado con las excepciones de los fascistas Rosendo Villarreal Dávila y Manuel López Villarreal.
El discurso pronunciado durante su toma de posesión así lo indica. Jericó está convencido de que a partir del uno de enero no pasará de ser el palafrenero de lujo de Humberto y Rubén Moreira quienes tienen al cuidado de su hacienda municipal a otro de sus hermanos: Álvaro. De esta forma, Jericó podrá padrotear el podercito municipal, pero las decisiones serán tomadas en el epicentro del poder. Por lo tanto no pasará nada extraordinario durante los próximos cuatro años. Nada, si ningún factor externo afecta el corazón de la estructura moreirista acostumbrada a ejercer el poder de manera absoluta.
Óscar Flores Tapia
El párrafo escrito por Óscar Flores Tapia en 1984 es lacónico y aunque teñido de xenofobia define la personalidad del abuelo de Jericó Abramo Masso y contiene la visión de una figura polémica de la historia de Coahuila.
Jorge Masso Masso fue un político caprichoso que en 1984 al no lograr la nominación del PRI para la alcaldía de Saltillo se incorporó al Partido Auténtico de la Revolución Mexicana y desde esa trinchera declaró la guerra al PRI.
En 1984 el fantasma del hambre recorría el valle de Saltillo. En las colonias populares los hombres, las mujeres y los niños deambulaban por las calles arrastrando el fardo de la tristeza. Los andrajos eran la estampa viva de la época. La gente empezaba a escuchar el nombre de Jorge Masso porque en su casa de campaña regalaban lechuga y papa. Hasta allá iban.
El candidato parmista, amigo de Armando Castilla tenía en el periódico Vanguardia el principal apoyo a su campaña política. Diariamente durante 90 días aparecían notas, desplegados y cintillos en los que Masso Masso hablaba de democracia e invitaba a la población a sumarse a su cruzada.
Entre las linduras que por escrito le decía al Diablo José de las Fuentes a la sazón gobernador de Coahuila, se encontraban los epítetos de nepotismo y perversión. Nadie saba aún a ciencia cierta cuándo nació la antipatía entre ambos personajes.
En aquel entonces la desconfianza en el regimen priista y sobre todo en los candidatos –más de lo mismo- llevó a las urnas a sólo unos 50 mil votantes de cuyos sufragios el PRI se adueñó de 30 mil y a Masso Masso desde el Congreso le dejaron alrededor de 16 mil. El resto quedaba dividido entre los partidos morralla.
Después de las elecciones Coahuila se convertiría en la imagen del caos con infiernillos en toda su geografía. El Diablo echó mano entonces de la represión. En Piedras Negras, Monclova, Saltillo, Frontera y Ramos Arizpe había inconformidad. Las macanas policiacas salían a relucir mientras Jorge Masso Masso se disfrazaba de víctima.
La vispera de la navidad de 1984 el candidato parmista colocaba una tienda de campaña en la explanada del edificio de la presidencia municipal y desde ahí seguía enfrentando al Diablo de las Fuentes. Uno de los últimos días, un grupo de ciudadanos fue desalojado del interior del edificio del ayuntamiento de Saltillo y esa fue la coyuntura mendiante la que Masso Masso abandonarìa su “huelga” de hambre. No había garantías –dijo en ese entonces- como si Mahatma Ghandi hubiese hecho tal reclamo a los ingleses durante las muchas ocasiones en que combatía la represión con su lucha pacífica.
Ahí en esa casa de campaña Jericó Abramo Masso decidió –según confesaría después- convertirse en alcalde capitalino para cumplir con los “ideales” de su abuelo al que Óscar Flores Tapia consideraba indecente e indigno.
Jericó, el palafrenero de Humberto.
El uno de enero de 2010 en la mañana, chotas municipales mantenían sitiado el edificio del Teatro Fernando Soler porque a las 14:00 horas tomaría protesta como nuevo alcalde de Saltillo el Cochinón (a) Yericó Abramo Masso. Desde su tumba allá en el panteón Santo Cristo el esqueleto del abuelo Jorge Masso Masso bailaba de gusto. Era día de fiesta para una familia cuya fortuna, cuestionada por lo bajo en el rancio estrato social tenía su anclaje en la política y no en el comercio de quincalla. Una familia inescrupulosa, atípica y enferma de poder donde los roles entre los padres se encuentran invertidos por el determinismo monetario
Trocho como su abuelo, sin lecturas de ningún tipo, forjado entre el trajín del estudio mediocre y la administración de su herencia Yericó, o Jericó como se le conoce, ha llegado a la jefatura de la comuna saltillense como el producto decantado de la nueva clase política que prometó al inicio de su administración el gobernador del estado.
Con la llegada de Jericó al poder municipal el Cártel de los Moreira comienza a estructurar su estrategia sucesoria ya que si se les complica el arribo de Rubén a la gubernatura tienen que contar con incondicionales y uno de los más aptos de acuerdo con sus intereses puede ser el Cochinón (a) Jericó Abramo Masso, el imberbe alcalde que cumple de esta manera la suprema ambición de su abuelo Jorge Masso Masso que de jefe de la policía de un pueblo bicicletero que era Saltillo en la década de los 50 se convirtió en un magnate hotelero que dividía su tiempo en la atención a su mujer y en conseguirle un marido decoroso a su hija única a la que educaba de manera magistral en el uso arrabalero del castellano.
De esta forma Humberto Moreira le hace justicia a su palafrenero pues el gobernador asistió puntual a la ceremonia de toma de protesta del nuevo alcalde y durante su intervención se desvivió en elogios hacia el nuevo funcionario que antes fue su empleado.
Pero al margen de la opinión del gobernante, la verdad es que Jericó no promete gran cosa pues su corta existencia está percudida por tres crímenes de lesa humanidad:
1º.- Es nieto de un político cuya fortuna no resiste la auditoría social.
2º.- Como regidor durante la administración del ladrón Óscar Pimentel estuvo de acuerdo con la entrega de la infraestructura del agua de la ciudad a los españoles que dio lugar al nacimiento de Aguas de Saltillo, una empresa que ha expoliado de manera impía a los saltillenses durante la última década, y,
3º.- Participó al lado del maldito exalcalde en la aplicación del reglamento que impide a las ladrilleras la quema de llantas y en su lugar se ordena el uso de aceite automotor en esta actividad. Esto coloca a Saltillo en la ruta de una catástrofe ecológica porque por el descuido que produce la ignorancia se pueden quemar askareles en lugar de aceite automotor y como consecuencia producir dioxinas, el peor veneno que ha creado el hombre.
Pese a lo anterior, la ignorancia supina de el Cochinón (a) Jericó Abramo Masso le impide calibrar la magnitud del potencial desastre.
Por otro lado, el hecho de que haya sido el candidato que más sufragios ha obtenido en la historia de la ciudad, no se debe a su carisma ni mucho menos a su simpatía, sino al monedero de la gente que como lubricante de la maquinaria priista jugó un papel determinante en el número de votos que cayeron en las urnas. Esta votación copiosa no obedece más que al hambre y la ignorancia de un pueblo con carencia de opciones políticas y víctima de prácticas que se consideraban ya erradicadas.
Otra arista que llama la atención en el caso del Cochinón Jericó Abramo es la imposición de Jaime Castillo Garza como Secretario del Ayuntamiento. Castillo Garza es un funcionario más oscuro que gris, sin formación académica sólida que arrastra el fardo del dolor infinito producto de genes defectuosos.
Durante el primer tramo de la administración moreirista Jaime Castillo se desempeñaba más mal que bien como secretario de educación pública, un cargo que desde los primeros días le empezó a quedar grande, pues durante tres años no hubo muestra de avances cualitativos en el campo educacional de Coahuila; por el contrario, los alumnos del estado ocupan los últimos lugares en desempeño académico según las últimas mediciones en las áreas de matemáticas y español, dos materias fundamentales para el desarrollo de las capacidades cognitivas de los niños y los adolescentes coahuilenses.
Hace alrededor de un año Castillo Garza dejó la Secretaría de Educación y Cultura para incorporarse como Secretario Técnico del Ejecutivo, cargo que venía desempeñando Luis García Abusaid, un connotado panista convertido por estos días al panegirismo gubernamental.
Para los observadores políticos Jaime Castillo llega a la Secretaría del Ayuntamiento por dos cosas cuyo orden no altera el resultado final: 1º).- como una prueba innecesaria que se ofrece al nuevo alcalde de que el epicentro de poder se encuentra en en el PRI y en palacio rosa y 2º).- pa’ lo que se ofrezca en el futuro inmediato en el que se puede presentar una lucha cruda por el poder en los distintos bandos del priismo coahuilense en el que los enemigos de la actual administración se encuentran embozados, pero haciendo negocios. El secretario del ayuntamiento establecerá un marcaje personal permanente sobre el presidente municipal electo por casi 154 mil votos hijos de la pobreza y la ignorancia.
Todo lo anterior permite inferir que Humberto Moreira traerá a mecate corto al alcalde capitalino quien actuará como un empleado más del poder ejecutivo como ha sido desde siempre en la capital del estado con las excepciones de los fascistas Rosendo Villarreal Dávila y Manuel López Villarreal.
El discurso pronunciado durante su toma de posesión así lo indica. Jericó está convencido de que a partir del uno de enero no pasará de ser el palafrenero de lujo de Humberto y Rubén Moreira quienes tienen al cuidado de su hacienda municipal a otro de sus hermanos: Álvaro. De esta forma, Jericó podrá padrotear el podercito municipal, pero las decisiones serán tomadas en el epicentro del poder. Por lo tanto no pasará nada extraordinario durante los próximos cuatro años. Nada, si ningún factor externo afecta el corazón de la estructura moreirista acostumbrada a ejercer el poder de manera absoluta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario