Los padres de Jericó Abramo Masso ya lo hacen gobernador...
Una mañana mientras ojeaba una de las primeras ediciones de esta publicación, Dante Abramo –padre del remedo de alcalde de Saltillo- decía a sus compañeros de mesa en el restaurante Martin’s: chingazo, chingazo, me limpio el culo con esta revista. En la siguiente edición se le respondió al empresario que debido a su enorme culo iba a necesitar una buena dotación de ejemplares.
Durante los meses previos a la toma de posesión de Jericó Abramo Masso la acidez de los rumores acerca de la actitud asumida por su madre era el tema principal en los salones de belleza, a donde las mujeres acuden con puntualidad británica. Ahí se recordaba que la señora Masso había llegado al Sanborn’s y había exigido con malos modos un trato preferencial, porque el edificio es de su propiedad y porque su hijo llegará a ser gobernador. Otra de las anécdotas que circulaban en esos días era la de que la señora Masso llegaba a las gasolinerías y mientras trataba a mentadas de madre a los despachadores se iba sin pagar, porque su hijo se convertirá en gobernador.
Tanto la intolerancia del padre como las rabietas públicas de la madre, son atisbos de la personalidad real del remedo de alcalde que padecerá Saltillo durante los próximos cuatro años, porque de lo anterior se infiere que el yo interno de Jericó Abramo Masso no corresponde al que muestra en público. Lo anterior es muy grave porque aún no se sabe si el enfermo mental que lleva dentro romperá algún día la camisa de fuerza.
Por lo demás, en los dos meses que lleva en el cargo se ha podido ver que tiene muy poco que ofrecer a los saltillenses. Sus pataleos en los que promete bajar las tarifas de Agsal no pasan de ser eso, porque Jericó aprobó desde su inicio la venta de la infraestructura del agua a los españoles desde su posición como regidor en el trienio del maldito ladrón Óscar Pimentel González.
Pero si al respecto el alcalde se siente tan competente, ¿por qué no comienza por defenestrar al gerente español, si el ayuntamiento es el socio mayoritario?
No lo hará, porque Jericó sabe mucho más que todos los saltillenses acerca de las condiciones oscuras y sucias en que se pactó la entrega del agua de los saltillenses a los españoles.
Él sabe quién realmente ganó con esta operación pero nunca lo dirá porque seguirá haciendo honor a su apodo: el Cochinón.
Durante los meses previos a la toma de posesión de Jericó Abramo Masso la acidez de los rumores acerca de la actitud asumida por su madre era el tema principal en los salones de belleza, a donde las mujeres acuden con puntualidad británica. Ahí se recordaba que la señora Masso había llegado al Sanborn’s y había exigido con malos modos un trato preferencial, porque el edificio es de su propiedad y porque su hijo llegará a ser gobernador. Otra de las anécdotas que circulaban en esos días era la de que la señora Masso llegaba a las gasolinerías y mientras trataba a mentadas de madre a los despachadores se iba sin pagar, porque su hijo se convertirá en gobernador.
Tanto la intolerancia del padre como las rabietas públicas de la madre, son atisbos de la personalidad real del remedo de alcalde que padecerá Saltillo durante los próximos cuatro años, porque de lo anterior se infiere que el yo interno de Jericó Abramo Masso no corresponde al que muestra en público. Lo anterior es muy grave porque aún no se sabe si el enfermo mental que lleva dentro romperá algún día la camisa de fuerza.
Por lo demás, en los dos meses que lleva en el cargo se ha podido ver que tiene muy poco que ofrecer a los saltillenses. Sus pataleos en los que promete bajar las tarifas de Agsal no pasan de ser eso, porque Jericó aprobó desde su inicio la venta de la infraestructura del agua a los españoles desde su posición como regidor en el trienio del maldito ladrón Óscar Pimentel González.
Pero si al respecto el alcalde se siente tan competente, ¿por qué no comienza por defenestrar al gerente español, si el ayuntamiento es el socio mayoritario?
No lo hará, porque Jericó sabe mucho más que todos los saltillenses acerca de las condiciones oscuras y sucias en que se pactó la entrega del agua de los saltillenses a los españoles.
Él sabe quién realmente ganó con esta operación pero nunca lo dirá porque seguirá haciendo honor a su apodo: el Cochinón.
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