Tereso Medina Ramírez exige que lo llamen ‘licenciado´, pero el único título profesional que se le conoce es el de Rata.
Hace unos días, el periódico El Norte de Monterrey, N.L. publicaba los nombres de los dirigentes que han envejecido al frente de las centrales obreras. En la lista aparecía el de
Mario Enrique Morales de la CROC.
Al ser abordad por los reporteros el croquista aceptó que efectivamente lleva 28 años en la dirección de esta central obrera y campesina, pero que son los mismos años que ha vivido en la misma casa, no posee automóvil y no tiene grandes sumas de dinero en el banco como “otros”, que viven en lujosas residencias, tienen decenas de vehículos a su servicio, ranchos, casas chicas y sumas groseras de dinero en su caja fuerte. Sin duda alguna Mario Enrique se refería a Tereso Medina Ramírez, el inescrupuloso dirigente de la CTM, cuya fortuna, ofensiva para la cobarde clase trabajadora, es ya legendaria por la compulsión que ha mostrado la Rata cetemista en la adquisición de bienes de todo tipo.
Aunque la Rata del cetemio coahuilense está podrido en dinero, es orgullosamente dueño de un pasado tenebroso e inconfesable en el que para sobrevivir tuvo que despojarse de principios y de escrúpulos.
Algunos de sus malquerientes afirman que en la juventud de Tereso no faltó el apareamiento homosexual en posición pasiva, con el consecuente desgarramiento ano-rectal que dejó huella profunda en su psique, pues aún en estos días, algunas noches se despierta gritando, en el paroxismo de la desesperación, bañado en sudor frío, luego el llanto, en posición fetal. Patética la escena.
Los días que siguieron fueron tristes, amargos. Otra vez la pobreza. De nada le servía pensar en el suicidio, sin cada mañana despertaba sin un quinto. No tenía ni los tres pesos que costaba una piola, ni dinero para adquirir matarratas. Era un paria. Hoy es un potentado que disfruta de las mieles que escurren de la posición de pastor de bueyes castrados, que lamen la correa, porque esta es la imagen que encaja para describir al vergonzante movimiento obrero que regentea Tereso Medina Ramírez.
Pero, los mismos malquerientes se quedan sorprendidos de la ‘buena estrella’ de la Rata del cetemio coahuilense, pues luego de aquellos escarceos con tintes de prostitución masculina, Tereso fue materialmente ‘recogido’ por la bondad de un médico, que en mala hora se lo llevó a vivir en su hogar.
El galeno salía diariamente a su trabajo muy temprano y algunas veces su sueño era interrumpido por alguna urgencia en la clínica donde laboraba. La mujer, gordita, de tez blanca llamaba la atención del joven Tereso, quien la miraba con ese mirar de soslayo de quienes no pueden ver de frente, porque en su alma llevan la ponzoña.
Un día, el doctor regresó de manera inesperada a su domicilio, con su llave abrió la puerta, penetró en la sala, y al no encontrar a su esposa en las labores cotidianas se dirigió a la recámara. Ahí estaba Tereso Medina, refocilándose alegremente con la mujer de su protector. Las escenas que siguieron son del tipo de las películas de Las ficheras por lo corrientes: Medina Ramírez saltando de la cama para ponerse el pantalón y con la camisa en la mano tomaba la calle Acuña; detrás llevaba al galeno, que lo injuriaba y lo maldecía.
El matrimonio se desintegró. La mujer trabaja por estos días en alguna tienda departamental. Su victimario no se quiere ni acordar de aquellos tiempos. La amargura del pasado no le permite evocar aquella época.
En algún rincón de la conciencia negra del dirigente cetemista también se encuentra el caso de Juan Manuel Argüello López, quien allá por la década de los 80 era tesorero del sindicato de General Motors. Por lo pronto, en este espacio no se dará cuenta de las catexias libidinales que se transformaban en el leit motiv, que orillaban a Medina Ramírez a la crueldad laboral. Primero le aplicó la claúsula de exclusión y luego la empresa se vería obligada al despido. Después el nombre de Argüello López aparecería en las ‘listas negras’. Desde el corrupto poder cetemista Tereso le había cincelado como destino el destierro. Actualmente cumple ya más de dos décadas en Estados Unidos, pero se rumorea que algún día vendrá a ajustar cuentas con el dirigente charro de los obreros coahuilenses.
Los desajustes mentales del ridículo dirigente se evidencian por la forma en que trata a sus subordinados que en la realidad son sus compañeros del comité ejecutivo.
A ninguno de ellos les permite que lo llamen Tereso, mucho menos Tere, ni siquiera señor. Los obliga a que se dirijan a él anteponiendo siempre el término ‘licenciado’. Así es como le gusta que lo llamen al interior de la CTM. Y cómo no exigirlo, si está cansado de que afuera, en los medios de comunicación, en las cantinas y en las fábricas, los obreros y los periodistas se rían de él, le cuestionen el producto de sus raterías y hagan mofa de cada una de sus acciones. Últimamente le ha dado por parecer médium, como lo hizo en Piedras Negras, donde la hilaridad de los asistentes no se desbordó sólo por el temor que le tienen, cuando dijo que ‘soñaba’ con una comercializadora. En otra ocasión dijo que no pierde la esperanza de crear una caja de ahorros para los trabajadores. Nadie le cree, pues los obreros se saben despojados no sólo de sus cuotas, sino de su esperanza.
Por estos días el licenciado ‘disel’ Tereso Medina ha dicho a sus cercanos que espera una diputación. Seguramente será plurinominal, pues los obreros no votan ni en defensa propia, menos lo harán por su verdugo que luego les exigirá que lo llamen licenciado.
Por cierto, nadie sabe dónde obtuvo su título profesional la rata cetemista, tal vez se lo entregó el Instituto Maurer en estudios por correspondencia.
Por lo pronto y pa’lo que se ofrezca, aquí en Territorio Libre el único título profesional que se le conoce a Tereso Medina Ramírez, es el de Rata y se graduó en la universidad de la estitulticia y la cobardía obreril.
La Universidad Obrera de la Vida otorgó a Tereso Medina Ramírez el pomposo título de Rata.
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