Fenómeno gay: el sufrimiento de jotos y jotitos.
El 17 de mayo, una inserción del gobierno del estado llamaba la atención de los lectores de periódicos de esta ciudad. Bajo el título REVISA TU HOMOFOBIA, el espacio se dividía en dos partes: del lado izquierdo un test para determinar el grado de homofobia que padece la población y en la parte derecha la definición de la palabra, y los sentimientos homofóbicos que han generado el homicidio de cientos de lesbianas y gays en nuestro país.
El mismo día, en la sección Querida Ana, una mujer contaba su drama: lleva nueve años de matrimonio y es madre de dos hijos, un niño de ocho y una niña de cuatro. Desde el noviazgo había tenido muchos problemas con su pareja porque es un individuo de mal carácter, bebedor, con rachas de crisis frecuentes, mucha mamitis y muy poco sexo.
La mujer bajo el psudónimo de Anónima escribe: “Ana, hace ya casi tres años descubrí lo más horrible que nunca hubiera imaginado: mi esposo es gay, y desde antes de que yo lo conociera tenía una relación con mi propio hermano (¡que está casado y lo estaba desde entonces!!!). Me llené de pánico, estaba horrorizada y esperé el momento para confrontarlo.
De un plumazo dos aristas del fenómeno gay: son seres humanos que merecen por lo menos respeto a secas y la parte cochina de la conducta homosexual, producto de la represión y el desdén en los que vive esta minoría, que fácilmente se acerca al 10 porciento de la población, unos 10 millones en nuestro país. La relación de uno a 10 es constante en todo el mundo y el porcentaje de los grupos lésbicos y gays no ha variado, independientemente de los períodos históricos o de las culturas bajo estudio.
Lo anterior equivale a pensar que cuando despertamos, el dinosaurio de la homosexualidad ya estaba ahí.
Sobre el asunto dos textos llaman la atención: Frutos de Rubí de Rita Mae Brown y Óscar Wilde y lord Alfred Douglas que aparece en el libro Pasiones: amores y desamores que han cambiado la historia, de la escritora española Rosa Montero. En el primero, la autora narra los matices de su personalidad lésbica, desde sus años más tiernos hasta los tiempos en que era activista en pro de los derechos de las minorías en Estados Unidos. En el segundo, el relato desgarrador que hace Rosa Montero acerca de la sublime relación pasional, con ribetes feromonales del poeta con su amante joven, un vividor que lo lleva a la cárcel luego de hacerlo pasar por el desprecio público y finalmente a la muerte en el olvido y el abandono más atroces.
En su novela La Máquina del amor de Jacqueline Susann, el protagonista Robin Stone (se cita de memoria) en medio de una profunda borrachera establece una fugaz relación homosexual en un antro europeo de los años sesenta. El resultado: la confusión mental y el arrpentimiento avivados por la resaca.
Truman Capote sorprende en el capítulo Deslumbramiento de Música para camaleones cuando escribe:
- Bueno –dijo despacio-. Claro que eres lo bastante guapo como para salir en las películas. Más guapo de lo normal para un chico.
Así que lo sabía. Me oí gritar:
- ¡Sí! ¡Sí! ¡Eso es!
- ¿Eso es qué? Y deja de aullar. No estoy sorda.
- No quiero ser un chico. Quiero ser una chica.
Empezó siendo un ruido raro, un sofocado gorgoteo más abajo de su campanilla que reventó en una carcajada. Sus labios finos se ensancharon y estiraron; una risa de borracha manó de sus labios como una vomitona que se derrama a chorros sobre mí, una risa que sonaba igual que el olor a vómito.
- Por favor, por favor. Señora Ferguson, no me comprende. Estoy muy preocupado. Estoy angustiado todo el tiempo. Hay algo que no va bien. Por favor, tiene que entenderlo.
A los ocho años Truman Capote se había dado cuenta de que ‘algo’ no andaba bien: ya se sabía homosexual, el motivo de la angustia que le oprimía el pecho.
Mucho tiempo después, el también autor de A sangre fría aceptaba: ¡Sí, soy homosexual, soy alcohólico y soy drogadicto!... Pero soy un genio.
Pero si Truman Capote describe el sufrimiento de un niño sodomita, Xavier Villaurrutia no deja duda sobre la opresión que lleva en el alma el gomorrita adulto. Los últimos cuatro versos de su poema Nocturno mar:
Lo llevo en mí como un remordimiento
pecado ajeno y sueño misterioso
y lo arrullo y lo duermo
y lo escondo y lo cuido y le guardo el secreto.
Por si faltara alguna aclaración, el poema está dedicado a Salvador Novo, el cacique intelectual del grupo Los Contemporáneos, autor de La estatua de sal, autobiografía homosexual.
En un experimiento psicoanalítico permitido por el Señor Obispo Sergio Méndez Arceo en la década de los sesenta y dirigido por el padre Gregorio Lemercier en un convento michoacano, queda claro que el homosexual lucha por insertarse en el grupo mayoritario; sin embargo nunca lo logra, porque esta es su naturaleza. Es como si se tratara de hacer que un zurdo -10% de la población mundial- usara su mano derecha. Cuando mucho se volvería ambidiestro. Los sodomitas cuando mucho se tornan bisexuales. Así lo establece la obra de teatro de Vicente Leñero: Pueblo rechazado.
Los jotitos en Saltillo…
En la década de los setenta, después de la lluvia vespertina y cuando la brisa suave recorría las calles de Saltillo, un hombre ataviado con alba indumentaria abandonaba su departamento ubicado unos metros al norte de la confluencia de las calles Aldama y Obregón. Solitario siempre, la nieve de los años se había estacionado en su cabeza y su barba, blanca también, apoyado en su bastón recorría con parsimonia las viejas arterias capitalinas. Pueblo chico, todo mundo sabía que Casablanca era el joto más famoso de estos lares. Jamás apuró una taza de café en la sala de una casa ‘decente’ del Saltillo setentero.
Muy cerca de ahí, en la acera poniente de la calle Xicoténcatl, antes de llegar a Victoria se levanta un viejo edificio que desde hace cuatro décadas está cae que no cae y nadie le ha puesto mano. En la planta baja un hombre de unos 65 años de tez blanca, huesudo y menudito tejía desde chambritas hasta bolsas de plástico. Pasaba el ocaso de su vida en medio de la tristeza. Los muchachos de la Gabino decían que era joto. Iban más allá al afirmar que uno de sus compañeros era el novio: le daba dinero.
En la década siguiente haría sus pinitos en el arte sodomita la Benny, un muchacho de unos 20 años que dejaba boquiabiertos a los transeúntes de la calle Victoria, cuando por las tardes hacía el camino a la secundaria nocturna Venustiano Carranza. Por las noches detenía el tráfico en Allende, porque a lo lejos se confundía con una mujer de cuerpo escultural.
La Benny fue el primer homosexual en luchar por un espacio para sus preferencias. Encontraba sus amores en bares como el Gallo de Oro y el Allende. En ese entonces la vida nocturna de Saltillo era sórdida, triste y pobre. El país estaba en bancarrota. Benny se ganaba la vida como ‘trabajadora doméstica’ en la casa del doctor Manuel Ortiz de Montellano. Era un jotito pobre.
Una mañana, de principios de la década de los ochenta, a través de el Extra, Saltillo se enteraba de que la Benny se había ‘suicidado’ colgándose de los barrotes de una celda de la zona de tolerancia. Murió a manos de un grupo de policías asesinos. El caso quedó impune. Nadie fue a la cárcel.
En aquel entonces, como siempre, Saltillo iba a la zaga, pues en las grandes ciudades del país el movimiento gay empezaba a salir a las calles a reclamar su derecho a existir como sucedía el 2 de octubre de 1978 cuando un contingente de homosexuales y lesbianas se manifestaba públicamente. Ese mismo año se publicaba por primera vez El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata, una novela cuyo personaje principal, Adonis García narraba las experiencias que había tenido como homosexual militante que sobrevivía en la Ciudad de México.
En Estados Unidos, los sodomitas habían comenzado a aguparse desde finales de los años sesenta.
Al despertar la década de los 80, un grupo de homosexuales, la mayoría ataviados con prendas femeninas partían plaza en Saltillo procedentes de Monclova. Se venían a quejar de que los policías de toda laya los extorsionaban en medio de insultos y vejaciones.
Mala suerte para ellos, pues cuando pensaban que ya habían conquistado su espacio vital aparecía el primer caso de sida en Saltillo. La conmoción primero yel miedo después se instalaban en el territorio gay. Años terribles aquellos para la comunidad homosexual que apenas empezaba a sacar la cabeza del sótano social donde ocultaban sus preferencias.
Una vez más volverían a deambular tristes, en bolitas pequeñas arrastrando sus miserias en una sociedad que ahora los detestaba más. El temor colectivo, producto de la ignorancia que se tenía sobre la enfermedad, llegaba a expulsarlos hasta de los restaurantes, pues se pensaba que la letalidad del VIH se podía contagiar hasta con el hecho de compartir un cubierto. La mala suerte los perseguía.
No obstante lo anterior y aunque con pasos vacilantes, la ciencia comenzaba a establecer que sólo había dos maneras de adquirir la enfermedad: por contacto sexual y por transfusión sanguínea. Esto empezaría a calmar los temores y a menguar el ánimo homofóbico que se había apoderado de la sociedad.
A mediados de la década de los 90 los sodomitas volvían a ser aceptados. Ya se les veía en congalitos de medio pelo como meseros. En los restaurantes del arrabal se les ocupaba como lavaplatos y cocineros. Ya salían a la calle con el pelo teñido, pero aún en su rostro se advertía el desencanto por la vida. Se miraba que sufrían. Alfred Kinsey había sido lacónico en su condena: no hay homosexual bien adaptado y feliz.
La homofobia.
La homofobia es un miedo intenso y sin razón a los homosexuales. Este temor se manifiesta en el chiste, la burla y la denigración. En México era muy común que el machismo de los años setenta expresara que a los mexicanos les tocan siete mujeres y un joto. Agregaban: “son muy higiénicos”. Luego las risotadas y las imágenes mentales. Después el choque de copas y el ‘zafo’ ante la sola mención del número 41.
Gay es un término que el castellano ha tomado en préstamo del inglés. La palabra fue incluida en la vigésimosegunda edición del diccionario de la Real Academia Española (DRAE), en su edición de 2001. Proviene del vocablo provenzal gai (en castellano “gayo”, como en La gaya ciencia) y significa ‘alegre’ o ‘pícaro’. Se aplicaba a los hombres que ejercían la prostitución homosexual en la Inglaterra victoriana, por el modo “alegre” en que vivían y se vestían. Finalmente el término gay boy ("chico alegre" o prostituto) se convirtió en sinónimo de homosexual. Posteriormente, la comunidad gay adoptó el término tratando la palabra como un acrónimo de Good As You (tan bueno como tú) restándole de esta forma el matiz peyorativo a la palabra y reivindicando la igualdad, como personas, entre homosexuales y heterosexuales. Por ello, hoy en día, la primera acepción en inglés apenas se usa y se utiliza casi exclusivamente como sinónimo de sodomita.
Un siglo después de la redada de Los 41 en la Ciudad de México, un hito en la vida homosexual en el país, Carlos Monsiváis escribió un texto para la revista Letras Libres: “Lo relevante en la perspectiva actual del episodio de Los 41 es, desde luego, la negación absoluta de los derechos humanos y civiles de los homosexuales. A partir de ese momento “se sienta jurisprudencia” y las represiones son legales, no porque correspondan a texto alguno, sino porque ya se han perpetrado con esa pretensión de legalidad. Y esto promueve las redadas incesantes, los chantajes policiacos, las torturas, las golpizas, los envíos a las cárceles y al penal de las Islas Marías sin motivo alguno. Sólo se necesita una frase en el expediente: “Ofensas a la moral y a las buenas costumbres. “No hace falta más, no hay abogados defensores (en el caso de los jotos, ni siquiera de oficio), no hay juicios, sólo caprichos judiciales dictados por “el asco”. Y la sociedad, o la gente que se entera, encuentran normales o admirables estos procedimientos.
“La Gran Redada le entrega a los gays de México el pasado que es, en síntesis, la negociación interminable con el presente. Vienen del momento de felicidad destruido por la gendarmería, y son una comunidad a pesar suyo… (…) los homosexuales han sido presa del pánico de la Redada, y que esto no es psicologismo lo exhibe la alianza de los atropellos policiacos y de la Redada moral: otra vez las detenciones, golpizas e insultos, y el desprecio, la ira y la congoja de los padres. Y sólo cuando el término gay se populariza, la Redada se ve interrumpida, no porque se elimine el ánimo persecutorio, sino porque la invocación de las leyes disminuye las razzias y prepara la irrupción de la voz pública de los que ya no admiten el silencio”.
Carlos Monsiváis aborda también el tema de los crímenes de odio, los asesinatos “porque sí” de los gays, “esas orgías de saña en hoteles baratos, en departamentos y casas”.
Este es el mundo de la homofobia.
Estudios psicológicos recientes afirman que el odio hacia los homosexuales surge del temor que sienten los varones agrupados en la mayoría heterosexual de que aflore el jotito que llevan dentro, porque “un gran porcentaje de los heterosexuales han sentido atracción hacia miembros de su mismo sexo alguna vez en su vida”.
Como el impulso sexual es compulsivo, no existen barreras ni de edad ni de clase social para el ‘ligue’ entre los varones que se sienten atraídos por individuo de su mismo sexo, y merced a las limitaciones que les impone la sociedad, no paran mieses para lograr sus objetivos.
Por esta razón, los homosexuales deambulan por los parques y jardines públicos siempre a la caza. Sodomitas que viajan en lujosos automóviles en busca de prostitutos jóvenes que por dinero les puedan saciar sus instintos. Esta es otra de las razones de la homofobia. Los heterosexuales no quieren que sus hijos tuerzan la vida que ha sido diseñada por los falsos preceptos católicos.
La Iglesia católica y los curas comejotos.
Eduardo Galeano, una de las mentes más brillantes de todo el Continente Americano ha escrito: “En vez de pedir perdón a sus víctimas, la Iglesia católica repite las antiguas maldiciones. Recientemente, la Santa Inquisición, que ahora se llama Congregación para la Doctrina de la Fe, lanzó desde el Vaticano una campaña mundial contra el matrimonio de parejas homosexuales, “una grave inmoralidad que contradice el Plan de Dios y la ley natural”.
“La Iglesia está preocupada, desde hace ya unos cuantos siglos, por la sexualidad humana… (…) entre todos los placeres que merecen el infierno, el amor homosexual es, todavía el más ferozmente reprimido. El machismo y la estupidez armada han disfrazado de normalidad esta atrocidad, y la han convertido en costumbre”.
No obstante su esencia podrida por la pederastia y otros crímenes de lesa humanidad que sistemáticamente práctica el clero católico, mantiene a raya a los homosexuales del mundo pese a que en la bilblia existen muchas trazas del amor sodomita.
En Génesis 19, los habitantes de Sodoma, desde el más muchacho hasta el más viejo, “llamado a Lot le dijeron: ¿En dónde están aquellos hombres que al anochecer han entrado en tu casa? Sácalos acá afuera, afuera para que los conozcamos. En términos bíblicos, conocer es sinónimo de copular.
En 1 Samuel 18:1-4, 20:30, 20:41-42 y 2 Samuel1:19-27, el amor entre el futuro rey David y Jonatán, hijo del rey Saúl, no necesita explicación alguna, pues en la elegía fúnebre que canta David a Saúl y Jonatán, muertos en combate contra los filisteos, David dice: “¡Qué angustia me ahoga, hermano mío, Jonatán! ¡Cómo te quería! Tu amor era para mí más dulce que el amor de las mujeres”.
En el libro de Daniel 1:9 se narra el romance que se corría el profeta con el jefe de los eunucos del palacio real de Babilonia. Lo anterior se infiere del texto por las atenciones que el jotito al servicio de Nabucodonosor le brindaba de manera excepcional a Daniel y sus compañeros de cautiverio.
El amor lésbico toma forma en el libro de Ruth.
Luego de la muerte de sus dos hijos varones Noemí le dice a su nuera Ruth:
- He aquí, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses: vuélvete tú tras ella.
Y Ruth respondió:
- No me ruegues que te deje, y que me aparte de ti; porque dondequiera que tú fueres, iré yo; y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios.
No obstante lo anterior, los homosexuales sienten acotado su espacio de maniobra por los curas comejotos que los persiguen desde el púlpito, metiendo en los pechos de la clase media analfabeta y del proletariado, conceptos convenencieros acerca del ‘pecado’ en el que se encuentran los sodomitas.
Epílogo
El 17 de mayo, día nacional contra la homofobia, seguramente es una fecha muy importante no sólo para la comunidad sodomita, sino para la sociedad en general, que ofrece la oportunidad para la reflexión sobre los crímenes de odio y la discriminación, ojalá que los homosexuales también hayan reflexionado sobre los motivos que han dado a la comunidad para que los rechace. No sólo es la ignorancia ni el machismo sino la compulsión sexual que los ha llevado a corromper a niños y a jóvenes. Esto no lo dicen en sus alegatos sociales. Por lo demás, sí es muy pequeño su espacio y muchos los golpes que han recibido. También ellos fueron niños. También tienen madre, aunque parezca lo contrario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario