En el magisterio estatal existe descontento porque a más de cinco meses del arribo al poder de Carlos Moreira Valdés las cosas siguen igual. La permanencia en los puestos sindicales de los ladrones del ayer lastima a los trabajadores de la educación, por lo que el nuevo dirigente está obligado moralmente a castigar a quien o a quienes han desviado los fondos sindicales.
Indudablemente, el castigo tiene que ser la cárcel. Hay muchos indicios que permiten establecer responsabilidades. Este es un momento de decisión para Carlos Moreira que además cuenta con todo el apoyo del poder político. No en balde es el hermano del gobernador.
La fortuna de Francisco Benito Parra Mireles ofende la dignidad de los profesores adheridos a la Sección 38. No es concebible que un profesor tenga gustos tan elitistas como la cacería, cuente con ranchos cinegéticos, negocios de ferretería, lugares privados de evasión y el dinero suficiente para colmar los placeres terrenales cambiando de mancebos a placer.
Si el desvío de dinero en la construcción del edificio queda impune, Carlos pasará a la historia del sindicalismo como un hombre sin carácter que no tuvo los cojones suficientes para meter en la cárcel a quienes han robado no sólo el dinero, sino la esperanza en la organización de miles de trabajadores.
Aunque se sabe que Parra Mireles no es el único ladrón, sí es el que más huellas de sus latrocinios ha dejado impresas en las posesiones que ostenta públicamente aunque no las tenga anotadas en el Registro Público de la Propiedad.
Para el profesorado estatal no hay vuelta atrás. Francisco Benito Parra Mireles debe ir a la cárcel y devolver los 80 millones de pesos que se robó en la construcción del edificio sindical.
Que este sea el primer paso para que el magisterio del estado adquiera conciencia y evite que en el futuro, gente sin escrúpulos vuelva a saquear las arcas sindicales.
Si se dan las cosas, Parra Mireles no será un chivo expiatorio, porque es un ladrón asqueroso.
Carlos debe hacer a un lado la piedad y erigirse en lo que la gente espera de él: un buen dirigente.
Indudablemente, el castigo tiene que ser la cárcel. Hay muchos indicios que permiten establecer responsabilidades. Este es un momento de decisión para Carlos Moreira que además cuenta con todo el apoyo del poder político. No en balde es el hermano del gobernador.
La fortuna de Francisco Benito Parra Mireles ofende la dignidad de los profesores adheridos a la Sección 38. No es concebible que un profesor tenga gustos tan elitistas como la cacería, cuente con ranchos cinegéticos, negocios de ferretería, lugares privados de evasión y el dinero suficiente para colmar los placeres terrenales cambiando de mancebos a placer.
Si el desvío de dinero en la construcción del edificio queda impune, Carlos pasará a la historia del sindicalismo como un hombre sin carácter que no tuvo los cojones suficientes para meter en la cárcel a quienes han robado no sólo el dinero, sino la esperanza en la organización de miles de trabajadores.
Aunque se sabe que Parra Mireles no es el único ladrón, sí es el que más huellas de sus latrocinios ha dejado impresas en las posesiones que ostenta públicamente aunque no las tenga anotadas en el Registro Público de la Propiedad.
Para el profesorado estatal no hay vuelta atrás. Francisco Benito Parra Mireles debe ir a la cárcel y devolver los 80 millones de pesos que se robó en la construcción del edificio sindical.
Que este sea el primer paso para que el magisterio del estado adquiera conciencia y evite que en el futuro, gente sin escrúpulos vuelva a saquear las arcas sindicales.
Si se dan las cosas, Parra Mireles no será un chivo expiatorio, porque es un ladrón asqueroso.
Carlos debe hacer a un lado la piedad y erigirse en lo que la gente espera de él: un buen dirigente.
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