Para agosto de 2011 la Chacha Núñez,
don Simplicio o el Aguarrás (porque de lejos parece solvente)
como se le conoce en los distintos lares educativos en los que se ha movido
durante las últimas cuatro décadas llevaba una vida plácida: disfrutaba de una
generosa jubilación que aunque ilegal, nadie se había percatado de ello; se
había acostumbrado ya a que lo llamaran profesor pues las nuevas generaciones
no estaban enteradas de su negro pasado como proxeneta y ladrón de
medicamentos; como homosexual de medio tiempo disfrutaba el felatorismo que les
practicaba a varones jóvenes y todavía se daba sus mañas para mantener una
relación de corte íntimo con su asistente, una piruja cincuentona artista del
adulterio y maestra del engaño. Todo
parecía marchar en paz y los negros tiempos del internado Vicente Suárez donde
había sido violado sexualmente parecía que habían quedado atrás.
Sin embargo, la diabetes perra que lo
azotaba desde hacía algún tiempo lo colocaba por esos días en un estado
constante de depresión; sentía minada su fuerza, enflaquecía rápidamente; los
dientes de oro empezaban a bailotear en sus encías y para colmo de males, los
altos niveles de azúcar en su sangre comenzaban a causar estragos en su líbido
pues poco a poco la impotencia sexual empezaba a tocar a las puertas de su ya de
por sí miserable existencia.
Dentro de su ignorancia José Luis Núñez
Solís pensaba que lo habían embrujado.
Dos o tres veces lo había expresado así a la Piruja con la que se
refocilaba invariablemente los viernes por la tarde en su pocilga, allá en
Paseo de las Liebres 585 en el fraccionamiento Lomas de Lourdes. Dentro de sus cavilaciones la Chacha Núñez
recordaba sus pecados cometidos como proxeneta al servicio de los viejos
dirigentes sindicales de la
Sección 38 del SNTE, de las muchas jovencitas que había
entregado a la rapiña sexual de los poderosos de la época; del abandono en que
ha mantenido a su primera esposa y a sus dos hijas, una de ellas con un empleo
mal pagado dentro de la estructura educativa del estado; la otra, con un
trabajo de quitacallos deambula por la existencia arrastrando el fardo de la
tristeza. Ambas lo odian por homosexual,
por desobligado y por culero, tres “virtudes” que aprendió en el internado
Vicente Suárez donde el rengo Chacha Núñez tenía que arrastrar una de sus
extremidades inferiores en busca de un mendrugo de pan con el que medio
engañaba las tripas. El desplazamiento
del rengo producía hilaridad entre los jóvenes.
Las burlas eran brutales: lo apodaban el Chueco.
Entre el hambre, las violaciones sexuales a
que era sometido y las burlas de sus compañeros, el alma de la Chacha Núñez
encallecía. Ya estaba en eclosión el
monstruo inescrupuloso que actuaría como proxeneta y ladrón, como varón de
medio tiempo con que trataría de ocultar la homosexualidad a la que ya era
proclive, en suma, el enfermo mental que lloraría en su primer reencuentro con
la cárcel infantil. Ahí estaba solícito
el hombro de su asistente en la subsecretaría de educación básica quien
paciente y amorosamente enjugaba las lágrimas del bandolero mientras escuchaba:
“ahí se suicidó un niñó, allá otro…”. La Chacha Núñez moqueaba
en su primer día de regreso al Internado Vicente Suárez.
Ahora, vacío el morral de la escala
axiológica, la Chacha
Núñez nutre su alma negra con los recuerdos. De cuando en cuando llegan a su mente en insights
los tiempos en que compartía varón con su hermana Rosa Velia Soledad; era la
época en que los hermanos Núñez Solís saqueaban los almacenes de fármacos del
Servicio Médico de la Sección
38 del SNTE. En esa historia de bandoleros
que actuaba de manera impune aparecía como personaje secundario un individuo
alto de tez blanca y ojos de color, homosexual de medio tiempo también que lo
mismo atendía maritalmente a Rosa Velia Soledad que a su hermano José Luis
Núñez Solís. Eran la reencarnación de los
personajes de Sodoma y Gomorra las ciudades bíblicas donde la satisfacción de
los apetitos sexuales estaba por encima de las virtudes. Así eran las chachas Núñez. Así son.
Así han vivido y antes de que esta publicación empezara a escribir su
historia se hacían pasar por gente respetable; es más, ya hasta se les hacía
normal que los llamaran “profesores”.
Los bandoleros de medicamentos de la década de los 80 le habían apostado
al olvido.
.
Ahora que la Chacha Núñez se
encuentra en el umbral de la vejez ha contado con mucho tiempo para reflexionar
sobre los motivos que tuvieron sus padres para convertirlo en un niño expósito;
tal vez ellos, igual que en la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo pensaban como
el padre Rentaría respecto de Miguel Páramo que en aquella cuna se revolvía una
serpiente (se cita de memoria).
Pero como a don Simplicio le falta
letra no puede remitirse al Imperio Romano donde el paterfamilias, amo absoluto
de su casa, podía ejercer el derecho ius exponendi de la potestas patria
consistente en sacar de su hogar al hijo no deseado, dejándolo fuera
para que muriese o hasta que alguien finalmente lo acogiera. De ahí el probable origen de (expositus,
puesto fuera) que como describiera Tertuliano “es ciertamente más cruel que
matar… abandonando a los críos a la intemperie y al hambre de los perros”,
según escribe en su blog el argentino Manuel Cortés Blanco.
El escritor prosigue: “Durante siglos ser
un “expósito” supuso una especie de estigma de por vida cuyo obstáculo no era
tan fácil de superar. Al abandono, la
vergüenza y la pérdida consiguiente de identidad se sumaba en ocasiones un
desprecio social, tan injusto como cruel.
‘Cunero, hospiciano, inclusero’.
Niños que se burlan de otros niños como en el caso de la Chacha Núñez a quien
apodaban el Chueco, quien desde entonces tiene bien claro que el destino de su
alma podrida es sólo uno: reptar.
Este es el estado en el que se encontraba la Chacha Núñez en la
infancia con los ingredientes necesarios para convertirse en lo que hoy es:
depravado, homosexual, ladrón, proxeneta y cobarde.
Cobarde porque desde hace meses que la Chacha Núñez no
habita la pocilga en la que vivía allá en Lomas de Lourdes. Anda a salto de mata. La llamada a un celular que hizo delante la Piruja cincuentona a nombre
de Pancho Salazar con una voz chillona e insegura, presa de los celos, le ha
costado la tranquilidad, pues hoy es exhibido en su dimensión exacta como un
pedazo de materia fecal que por sus acciones avergüenza al género humano. Esto debe de dolerle más que las hernias
intestinales y las hemorroides perras que lo acosan.
Sin embargo, al revisar la historia
personal de este ladrón es difícil entender, en primera instancia, las formas
en que ha logrado envolver a decenas de personas que han contribuido a que sea
hoy por hoy el emblema de la picaresca educativa del estado; pero la dificultad
se supera si se centra la atención en la condición humana, porque es preciso
reconocer que la Chacha
Núñez, empíricamente conoce los resortes psicológicos de los
seres a los que se ha acercado y que han tenido la responsabilidad oficial y
sindical del funcionamiento del aparato educativo de Coahuila durante los
últimos 40 años.
Definitivamente, la Chacha Núñez igual
que el Lazarillo de Tormes conoce las flaquezas de todos los hampones que ha
tenido como amos; sabe de la abyección del ser humano y con esa rara intuición
feminoide ha logrado medir psicológicamente a las bestezuelas que ha explotado,
aunque no siempre el triunfo ha sido el resultado: hoy vaga por la existencia
alejado totalmente de su primera mujer y de sus hijas; además, siente aún el
repudio de su segunda esposa quien lo aborrece por homosexual de medio tiempo y
hoy sólo le queda quien fuera su asistente, una mujer casada y con un hijo
veinteañero que diariamente ingiere el clonazepam suficiente para mantener
sedado a un caballo, lo que no habla bien de su salud mental.
En los registros de la historia del sistema
educativo estatal que se extiende a las instituciones de seguridad social no
existe un caso similar al de este cínico que después de haber ingresado como
conserje se jubile 30 años después, sin estudios de licenciatura con el más
alto sueldo. Es más, recibe más dinero
que quienes sí trabajaron frente a grupo.
Por ejemplo: un profesor jubilado con grado de maestría recibe
actualmente alrededor de 24 mil pesos por concepto de jubilación y la Chacha Núñez que toda
su vida se ha dedicado al enganchamiento de mujeres, actuando como proxeneta al
servicio de los poderosos recibe alrededor de 30 mil pesos mensuales y no
existe todavía en el sistema un solo funcionario, ni sindical ni oficial que
ponga fin al saqueo a que ha sometido a las instituciones.
Después de jubilarse en 2003 la Chacha Núñez no se
retira a la pocilga que habitaba pues es recontratado por el entonces
subsecretario Andrés Mendoza Salas contraviniendo el artículo 64 de la Ley de Pensiones de los
Trabajadores de la Educación
que a la letra dice: “(…)…Las pensiones serán además incompatibles con el
desempeño de cualquier cargo, o empleo remunerado en el ramo educativo, al servicio
de las entidades y organismos a que se refiere el artículo 2°. de esta Ley”.
A Andrés Mendoza Salas lo ha sucedido en el
cargo María Dolores Torres Cepeda quien aún llora la partida de la Chacha Núñez, su
chofer, su confidente, su paliacate de lágrimas su mandadero y la conexión con
los brujos que atienden a las figuras del poder estatal. Hace un año el sodomita metió una incapacidad
médica para atenderse las hemorroides perras que lo aquejan producto de las
violaciones sexuales a que era sometido en el internado Vicente Suárez donde
era niño expósito. Esto al menos es lo
que se dice, pero la realidad es que la Chacha Núñez huyó del centro de trabajo por
cobarde: otro de los amantes de su asistente lo perseguía. La persecución aún no termina y el sodomita
de medio tiempo anda a salto de mata.
Cambia constantemente de domicilio y cuando la subsecretaria lo ocupa
como chofer ambos maniobran pues saben que también se le busca por la calle Castelar.
Escribe Salvador Novo en su autobiografía
escatológica que por lo mismo fue publicada de manera póstuma que los sodomitas
se entienden con un guiño. Cuatro
décadas después de que la
Chacha Núñez empezara su relación “de amistad” con Leopoldo
Vega Urbina la duda se levanta amenazadora por lo que expresa el dicho: “Dime
con quién andas y te diré quién eres”.
Vega Urbina como Director General de
Educación Pública del Estado (1981-1987) durante los tiempos en que el cinismo
era gobierno encarnado en la figura de José de las Fuentes Rodríguez, fue el encargado
de entregar las primeras 27 horas clase a la Chacha Núñez
ubicándoselas en la
Escuela Secundaria Humberto Elizalde Jasso.
El otrora famoso Polo Vega sabía que el
bandolero José Luis Núñez Solís era un analfabeto que carecía totalmente de los
méritos académicos para acceder a una plaza de profesor de secundaria y sin
embargo, firmó, mojando la pluma en el tintero de la mierda su
nombramiento. ¿Qué había detrás de este
acto puerco? Tal vez el entendimiento de
Polo Vega con la Chacha
Núñez es como escribe Salvador Novo, con un guiño. Porque aún conservan esa entrañable amistad,
al grado de que el bandolero homosexual se encontraba en primera fila el día en
que la Sección
38 del SNTE le organizó un homenaje al exdirector de educación en Coahuila.
En el largísimo rosario de cómplices con
que ha contado la Chacha
Núñez en su prolongada estancia dentro del sistema educativo
coahuilense no se puede soslayar a el Indio Peinado (a) Julio César Gallegos
Chávez que igual que el bandolero sodomita no ha podido superar los conflictos
gestados en la cuna pues sabe que procede de una relación incestuosa entre su
abuelo y su madre.
El Indio Peinado es un individuo que
durante los años duros que le tocaron vivir cuando aún no comía totalmente con
mantequita era un comunista de huarache y de huaripa que llevaba al pecho un
medallón con la imagen de la virgen de Guadalupe cincelada en
altorrelieve. Este era el fresco que
evidenciaba la contradicción existencial y la flaqueza de ideales.
Como profesor normalista Gallegos Chávez se
creía la encarnación del idealista italiano Antonio Gramci pero no pasaba de
ser el hazmerreír del resto de la plantilla docente que laboraba en esa
institución en la década de los 80.
Al Indio Peinado le tocó darle asilo a la
rata homosexual llamada José Luis Núñez Solís en el año 2000. Gallegos Chávez sabía también que el roedor
asqueroso que tenía que inscribir en la nómina normalista es un analfabeto
funcional, pero no le importó: también se entendía con un guiño.
Este es fundamentalmente el grupo de
cómplices con que ha contado la
Chacha Núñez para hacer de las suyas en el sistema educativo
estatal. Esto debería llenarnos de
vergüenza a todos y sin embargo, no pasa nada.
La imbecilidad
gubernamental y el cretinismo sindical
Pero al margen del perfil delincuencial de
este gomorrita es muy doloroso aceptar la inacción de las autoridades
encargadas de velar por la aplicación correcta del dinero público. Aunque esta publicación ha solicitado por
escrito información acerca del perfil profesional de Núñez Solís, en la Secretaría de Educación
(SEDU) se ha negado la información completa bajo el argumento de que los datos
se encuentran en un archivo muerto y por lo tanto de muy difícil acceso. Total: todos se hacen pendejos. No hay respuesta.
En la SEFIR, Secretaría de Fiscalización y Rendición de
Cuentas cuyo titular es Jorge Verástegui Saucedo luego de armar un pedito de
proporciones regulares esta publicación logra que le den entrada a un escrito
en el que se solicita una revisión del caso José Luis Núñez Solís a través de
los auditores de esa secretaría pero días después la petición seguía atorada
hasta que Territorio Libre logra una respuesta muy débil en la que mediante
oficio un abogadete con aspecto de burócrata del medievo que firma como Héctor
Nájera Davis remite la petición a la Contraloría interna de la Sección 38 a cargo de un profesor de
nombre Julio César Rodríguez Martínez.
Esto es todo lo que se logró en la SEFIR.
Días después saldría a la luz pública a través de una
columna periodística que Verastegui Saucedo cobraba como aviador en la Secretaría de Economía
durante la administración de Humberto Moreira.
Antes de encabezar la
Secretaría de Fiscalización y Rendición de Cuentas, Jorge
Verastegui fue un abyecto empleado del Grupo Industrial Saltillo; en ese tiempo
se sentía por encima de todos pues era el ejecutor político de la voluntad de
Javier López del Bosque, el fiel de la balanza política en la región. ¿Qué se puede esperar de un corrupto que
creció en las entrañas purulentas del GIS en cuanto a la encomienda que ha
recibido para cuidar los dineros públicos?
Nada. Sólo basura. Esto es la SEFIR.
Pese a que en el oficio citado se reconoce
que los funcionarios de la
Dirección de Pensiones, tanto los actuales como los que ya se
fueron tienen responsabilidad como servidores públicos, en la Dipetre, su presidente
Jesús Amancio Núñez Limón sigue montado en su macho negándose a revisar el caso
de José Luis Núñez Solís a pesar de que la institución pensionaria ya no puede
cumplir con sus compromisos de manera autónoma y actualmente usa parte del
presupuesto regular del Gobierno del Estado para cubrir parte de las pensiones
y jubilaciones de los trabajadores de la educación de Coahuila.
Pero lo más grave es que con la impunidad
que los funcionarios de la
Dipetre tratan el caso de las Chachas Núñez (el homosexual
José Luis y la odalisca Rosa Velia Soledad), se desprende que un gran número de
jubilados y pensionados se encuentran en la misma situación que el grupo de
delincuentes que han sido señalados por esta publicación; de otra forma no se
entiende la complicidad de su silencio.