es una publicación bimensual que circula de mano en mano sin más atadura que la buena fe que se imprime en cada una de sus páginas. Director: Juan Cisneros Cortés Subdirector: Francisco J. Garay Hernández Análisis político: Sergio Martínez Rodríguez
martes, 15 de mayo de 2012
José Luis Núñez Solís: la patética historia de un ladrón
A finales de septiembre de 2003 José Luis Núñez Solís pasaba por una temporada de nerviosismo pues tres años antes, Humberto Moreira Valdés a la sazón Secretario de Educación de Coahuila le había otorgado dos plazas con el fin de que se jubilara con decoro, pero, había un pequeño “pero” porque Núñez Solís no era, no es ni será nunca profesor, aunque cobraba como aviador en la Escuela Normal Superior la cantidad de nueve mil pesos equivalentes a 13 (trece) horas clase y en la Escuela Secundaria Sección 38 donde tampoco ejerció como docente tenía adjudicadas 27 horas clase por lo que actualmente cobra una suculenta jubilación que hasta hace poco tiempo ascendía a 12 mil 231 pesos con 83 centavos.
La cantidad global que por los conceptos anteriores cobra en la Dirección de Pensiones de los Trabajadores de la Educación (Dipetre), equivale tan sólo al 76 por ciento de su “pensión”, pues el resto, 24 por ciento lo cobra por concepto de Jefe de archivo del Servicio Médico de la Sección 38 del SNTE, aproximadamente 6 mil 900 con lo que redondea una jugosa pensión de alrededor de 28 mil 947 pesos cada mes, cifra tres veces superior a la cantidad promedio que por el mismo concepto reciben los profesores que sí se sobaron el lomo dentro de las aulas por más de 30 años y que además, sí ostentan su respectivo título de profesores de primaria y secundaria.
Aparte de patético el caso de Núñez Solís es emblemático pues demuestra la forma permisiva y corrupta con la que han actuado durante 40 años los funcionarios tanto oficiales como sindicales, pues no es posible aceptar que un trabajador que inicialmente entró como conserje y luego fue camillero se jubile como maestro de la Escuela Normal Superior donde nadie puede dar referencias de él, ni como alumno, ni como maestro.
Lo anterior también demuestra la discrecionalidad con que se han conducido los miembros de los consejos de administración que durante la última década han estado a cargo de la Dirección de Pensiones de los Trabajadores de la Educación (Dipetre). Actualmente el responsable de las finanzas de esta institución de seguridad social de los profesores estatales de la educación es Leonel Hinojosa Valdés quien conoce del caso Núñez Solís, pero aunque se le solicitaron los documentos probatorios de la trayectoria laboral del interfecto en cuestión, a través de uno de sus testaferros se negó a proporcionarlos.
Aunque la petición elevada a los funcionarios de la Dipetre se fundamenta en los conceptos de la Ley de Acceso a la Información Pública, la respuesta ha sido rotunda: no.
Luego de una indagatoria en la que se preguntó a algunos profesores jubilados y pensionados sobre la forma en que la Dipetre les entrega mensualmente el dinero para su manutención, todos afirmaron que se hace a través de tarjeta de débito los días 23 de cada mes y que nunca alguno de ellos ha tenido a la vista la nómina de pensionados y jubilados. Ellos mismos han concluido que la Dipetre maneja el asunto en el más absoluto secreto y van más allá al afirmar que hay muchos casos como el de Núñez Solís en el que se sangra a la institución con pensiones ilegales.
Al cuestionarlos acerca de si están dispuestos a exigir a Leonel Hinojosa Valdés que se transparente la nómina de los profesores pensionados y jubilados respondían de manera afirmativa por lo que no se descarta que en los próximos meses la Dipetre sea sometida al escrutinio público para terminar con los malos manejos.
En los últimos 20 años la Dirección de Pensiones de los Trabajadores de la Educación no ha hecho pública su situación financiera como lo marca la ley en su artículo .
Pero lo más grave de todo es que un “trabajador” como Núñez Solís que durante toda su vida laboral se desempeñó como sicario al servicio de la venalidad de dirigentes sindicales de la talla de Candelario Sánchez Villaseñor y Eliseo Loera Salazar, así como de funcionarios ladrones de la talla de Óscar Pimentel González y que nunca pisó, ni por equivocación un claustro académico porque carece de los méritos profesionales llegue al final de sus días muy orondo, con el disfrute ilegal de una suculenta jubilación.
José Luis Núñez Solís: la patética historia de un ladrón
Hasta donde se sabe, Núñez Solís ingresó como conserje en la Clínica del Magisterio en los años viejos de la década de los 70; de este puesto fue transferido al de camillero donde se ganó el mote de el Perro Núñez por su conducta antisocial y egoísta. Ya arrastraba el apodo de la Chacha desde los tiempos en que cursaba sus estudios elementales que aún lo acompañan en su miserable existencia en el Internado Vicente Suárez, porque en ese lugar le gustaba hacerla de “mujercita” de uno de los hijos del director de esta institución de negra fama.
Renco y ciego, desde muy pequeño, su alma de víbora entendió que su destino era reptar. De esta manera obtuvo el puesto de jefe del archivo de la Clínica del Magisterio que nunca ejerció a plenitud pues se la pasaba como mandadero de Eliseo Loera Salazar y de Candelario Sánchez Villaseñor, ambos presidentes del Consejo de Administración del Servicio Médico de la Sección 38 del SNTE.
En aquellos años ya se encontraba como secretaria de la presidencia del Consejo de Administración Rosa Velia Soledad Núñez Solís, una mujer madura que acababa de romper la relación sentimental que sostenía con un jugador de beisbol del equipo Saraperos de Saltillo y que a diferencia de su hermano, había cursado estudios elementales de taquimecanografía. Eran los años en que la minifalda causaba furor y tornaba sicalípticos a los hombres. Eliseo Loera Salazar estaba ahí, al acecho de aquella mujer de pechos turgentes y nalgas tentadoras que con guardar silencio despertaba las pasiones porque si hablaba perdía todos sus encantos pues era dueña de una voz chillona, muy parecida a la de su hermano José Luis, quien aún habla como ejidataria rústica.
Como todo profesor que se sienta orgulloso de su profesión, tanto Loera Salazar como Sanchez Villaseñor no sabían hacer cuentas, esta responsabilidad era delegada en Rosa Velia Soledad Solís Núñez quien mandaba a su hermano, el baquetón José Luis a cobrar los cheques de las cuotas que tanto la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro como la Universidad Autónoma de Coahuila pagaban al Servicio Médico para que los trabajadores de ambas instituciones recibieran atención médica.
En ese entonces la Clínica del Magisterio funcionaba en un viejo edificio de la calle Acuña, unos metros al sur de donde se levanta el edificio que durante muchos años ha albergado a la dirigencia de la Sección 38 del SNTE. Ahí mismo se encontraban las oficinas administrativas donde el Tesorero era Luis Luévano, un gomorrita consentido del sistema educativo estatal ya jubilado y el Jefe de almacén era Jesús Rodríguez, todos, verdaderos pájaros de cuenta quienes de la mano de Rosa Velia Soledad y José Luis Núñez Solís habían tomado ya la medida a los funcionarios sindicales que por ley tenían la obligación de velar por el patrimonio de esta institución de seguridad social, pero que en cambio se dedicaban al saqueo descarado con el que financiaban un tren de vida que llevaría a Candelario Sánchez Villaseñor a la cárcel por vender automóviles Volkswagen de la línea Corsar y a Eliseo Loera Salazar a la Secretaría General de la Sección 38. Eran los años finales de la década de los 80 cuando llegaba a su fin la gubernatura de José de las Fuentes Rodríguez.
En diciembre de 1987 estallaba el escándalo cuando Candelario Sánchez Villaseñor era encarcelado por vender carros robados en la Ciudad de México. Eliseo Loera Salazar era el dirigente de la Sección 38 pero antes también había sido presidente del Consejo de Administración del Servicio Médico. El río estaba revuelto.
En el Servicio Médico de la Sección 38 las aguas habían estado siempre turbias, pero sobre todo desde que Eliseo Loera se convirtió en presidente del Consejo de Administración en 1980 y como dice el refrán, a río revuelto, ganancia de pescadores, los ganones eran Jesús Rodríguez, Luis Luévano, Rosa Velia Soledad y José Luis Núñez Solís.
Por aquellos años Rosa Velia Soledad recomponía su vida al casarse con un hombre mucho más joven que ella. Le había echado el ojo y lo escogió porque César era el que manejaba el camión de 3.5 toneladas con caja seca en el que se distribuían los medicamentos a todas las clínicas del Estado.
El saqueo era despiadado. Ahí empezaba su carrera de bandido el mayate José Luis Núñez Solís, quien amafiado con su hermana, su cuñado, el tesorero y el jefe de almacén surtían a todas las pequeñas farmacias de la ciudad a precios de ganga. Desde 1980 hasta la muerte de Eliseo Loera Salazar a finales de junio de 1988, José Luis Núñez Solís comandaría a la gavilla de saqueadores que incluía a su hermana, su cuñado, Luis Luévano y Jesús Rodríguez.
Por aquellos años también, el mayate Núñez Solís andaba de novio con la primera mujer a la que haría infeliz ya que las costumbres de la época marcaban que todo homosexual debería cubrir las apariencias casándose y la Chacha Núñez como lo apodaban desde los tiempos negros del Internado Vicente Suárez en que la hacía de “mujercita” para saciar los instintos de uno de los hijos del dueño del internado. De esta manera, el sodomita llegaba al altar disfrazado de varón y calzando los botines de bailador de congal que lo harían famoso entre los dirigentes sindicales que lo humillaban y escupían en el rostro por pendejo y por ladrón. Sólo les servía para conseguir mujeres pues el rufián es habilidoso con la lengua e inescrupuloso, dos máculas que ha convertido en baluartes para arrastrarse en la vida cuando es necesario.
Muy pronto los cuñados de Núñez Solís comenzarían a perseguirlo por las relaciones extramaritales de corte homosexual que mantenía de manera promiscua. Como la cobardía es el sello que caracteriza a este pedazo de materia fecal con patas, se colocaba a salto de mata para evitar confrontarse con los hermanos de su mujer. Antes los había deslumbrado con mentiras pues les decía que él era un hombre muy influyente en el Servicio Médico de la Sección 38 convertido por él mismo en la guarida de la gavilla de saqueadores que comandaba.
Existe un lapso de tiempo en el que se pierde el rastro de este delincuente y corresponde a los períodos en que fueron secretarios generales Osvaldo Campos Quintero y Lázaro Vásquez Ramos, aproximadamente entre 1989 y 1993. Al parecer con ellos no había química y con las manos atadas y el rabo entre las patas se refugiaría en el archivo médico de la Clínica del Magisterio.
En 1991 Julián Montoya de la Fuente llegaba a la Secretaría General de la Sección 38 del SNTE y su período se prolongaría hasta febrero de 1995. En ese lapso, cuando ya se encontraba como titular de la Secretaría de Educación Pública el excaco municipal Óscar Pimentel González, la esposa de Julián llegó un día al archivo de la Clínica del Magisterio y porque la señora no llevaba credencvial, Núñez Solís la Chacha le negó el servicio y como Julián sigue siendo hombre de pocas pulgas, ni tardo ni perezoso lo puso a disposición de la SEP con el argumento de que tenía años saqueando los almacenes del Servicio Médico.
Lo que hizo Julián fue acercar un ladrón con otro pues tanto Pimentel González como la Chacha Núñez se entendían de maravilla pues manejan el mismo código de gavilleros. De esta manera convertido ya en hombre de las confianzas del Secretario, la Chacha Núñez se dedicaría a organizar todos los eventos en los que participaba su patrón además de manejar los asuntos confidenciales como la entrega de una camioneta Ram Charger al locutor Antonio Dávila Campos que fue pagada a la agencia con fondos del erario.
Rota la brida de la vergüenza, el rufián Núñez Solís se acostumbraba a la buena mesa y al trago oneroso. Por ese entonces, durante un viaje a Torreón, desde su celular compró una camioneta Explorer ante el asombro de sus acompañantes entre los que se encontraba el Indio peinada (a) Julio César Gallegos Chávez. Había encontrado una nueva mina de oro y para ocultar su homosexualidad empezaba a cortejar a una mujer casada a la que haría suya por dinero en esos mismos meses y formalizaría su amancebamiento dos lustros después. Del segundo matrimonio de Núñez Solís no hay datos, pero se rumora que era una mujer muy atractiva que, harta de la inmoralidad del marido, un buen día tomó sus efectos personales y se fue.
Meses después de la compra de la Explorer, una nota periodística acompañada de fotografías desvelaba el sustrato pestilente en el que se movía la Chacha Núñez Solís quedando al descubierto la forma miserable en que saqueaba las bodegas de la Secretaría de Educación Pública a cargo entonces de Óscar Pimentel González. Ahí concluía otra etapa de su carrera de bandido magisterial y aunque su destino debio de haber sido la cárcel, hoy disfruta muy orondo de tres suculentas jubilaciones: Jefe de archivo de la Clínica del Magisterio y aunque sólo cursó estudios de primaria, terminó también con el nombramiento de “profesor” de la Escuela Normal Superior con 13 horas clase; pero además, cobra jubilación también como si hubiese trabajado en la Escuela Secundaria Sección 38. Tanto en la ENS como en la secundaria mencionada, nadie sabe dar razón de este maldito transa que actualmente roba las jubilaciones de decenas de trabajadores. Por eso la Dirección de Pensiones de la Sección 38 se encuentra en quiebra y nadie hace nada para sanar las finanzas de esta institución corrigiendo las pensiones de la gente que como este ladrón cobra de más. Esta historia es de hombres chiquitos, de ladrones sindicales que asuelan desde hace mucho a las instituciones sociales de la Sección 38 del SNTE, instituciones que de manera estoica ha resistido el paso de rapiña de muchos de sus titulares que mantienen en estado de alto secreto su funcionamiento porque así conviene a los grandes iniciados del sindicalismo magisterial que se practica en estas latitudes.
En los años tiernos de la década de los 80 Eliseo Loera Salazar incursionaba en serio en la política de la Sección 38 del SNTE y junto con los hermanos Sánchez Villaseñor –Dionisio y Candelario- saqueaban sin empacho alguno las instituciones de seguridad social de esta institución apurando las copas pletóricas de la miel que escurría en un gremio que no sabe hacer cuentas y mucho menos exigirlas a sus dirigentes.
En este escenario en el que los personajes de relleno no tienen lugar en la historia aparecía este sujeto de alma purulenta y conducta miserable que como las rémoras, se alimentaba de los desperdicios de los grandes tiburones sindicales. Hasta donde se sabe, el trabajo de José Luis Núñez Solís era el de proxeneta y coima del sindicalismo de rapiña que campeaba en la Sección 38 del SNTE en aquellos ya lejanos tiempos.
Y ahí en ese sustrato pestilente comenzaba a arrastrarse José Luis Núñez Solís. Su alma de gato se había entrenado para servir en los fríos claustros del Internado Vicente Suárez donde la humillación y los malos tratos eran la constante. Ahí en Camporredondo sentía por primera vez el falo ardiente horadando sus entrañas, pues la violación era una de las prácticas de uno de los hijos del director, por eso, en estos tiempos padece diverticulitis y hernias intestinales aparte de unas almorranas perras que no lo dejan ni a sol ni a sombra en medio de una diabetes sin control que ya lo empijan a cocerse a fuego lento en el infierno
Emasculado del honor la baja autoestima vendría por sí misma en un medio adverso donde la sobrevivencia estaba por encima del bruñimiento cultural. Ante esto, un gran aprendizaje lo acomañaba ya en aquellos lejanos días de finales de la década de los 50 y al inicio de los años 60: sabía que agazaparse a esperar el momento para recoger las migajas de la vida sería la constante en su existencia. Por eso, como el Lazarillo de Tormes se ha quedado con la hija del aguador –mujer con fama de puta según el relato de autor anónimo- o retomando los versos de la Vida Inútil de Pito Pérez, ahora el pueblo lo felicita/ por la mujer que se lleva/ es dadivosa y bonita/ diligente… y casi nueva.
Jubilación a la medida de un ladrón
Como la información en la Dirección de Pensiones de los Trabajadores de la Educación es manejada dentro de los parámetros del más alto secreto y hasta el momento no se transparenta ni siquiera el estado financiero de esta institución de seguridad social, es importante señalar que en 1996 en que Alfonso Cepeda Salas –otro ladrón- era secretario general de la Sección 38 se empezaron a hacer los movimientos necesarios para la viabilidad de la Dipetre.
De esta manera, de forma arbitraria se llevaban a cabo asambleas en las distintas delegaciones de todos los niveles educativos donde el único punto a tratar era la entrega del importe total de la subcuenta de vivienda de cada uno de los trabajadores para inyectar de manera permanente estos fondos en la Dirección de Pensiones.
Así las cosas, cabe preguntarse: ¿Cuántos sinvergüenzas como la Chacha Núñez cobran indebidamente pensiones y jubilaciones? Seguramente son muchos para que no se quiera transparentar la información.
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