La triste historia de la Chiquirrata (a) Manolo Jiménez Salinas.
Juan Cisneros Cortés
Antes del 24 de enero fecha de la última
visita de Andrés Manuel López Obrador a Saltillo, este tundeteclas jamás había
visto físicamente al alcalde de esta ciudad.
Aquella tarde como diría don Pablo Neruda, el sol tiritaba a lo lejos mientras un vientecillo frío se abatía donde
comienzan las estribaciones de la sierra que lleva el nombre del guerrero Zapalinamé,
eterno vigía de estas tierras; estábamos en el parque Las maravillas del Museo
del Desierto.
La cita con el Peje de Oro estaba fijada para las 16:00 horas. Con puntualidad británica poco después de las
cuatro de la tarde, un hombrecillo de cuerpo enjuto y rostro muy ordinario partía plaza en el escenario y ocupaba la
última silla de la fila, muy cerca de la escalera y ahí, como un actor de
quinta en pleno soliloquio mental miraba, atónito, la recepción apoteósica que
el pueblo de Saltillo brindaba a ya
saben quién.
Poco después, el Peje de Oro (a) AMLO ataviado con gabardina negra y pantalón juvenil, subía con
agilidad los escalones y con frialdad política estrechaba la mano del alcalde
pasando de largo, y seguido por el gobernador Riquelme se colocaba en el centro
de la fila, muy lejos de Manolo Jiménez Salinas quien sentía que los colores le
subían al rostro mientras escuchaba a la multitud cuando coreaba: “…es un honor estar con Obrador”. Se
sentía chinche pues no obstante de que era el anfitrión había sido colocado en
su dimensión exacta de pequeña rata, muy lejos del nuevo Tlatoani, les guste o
no a los prianistas.
Y es que en el
meridiano de su existencia la Chiquirrata
–así lo llaman por lo bajo en sus estratos social, económico y político- se
ha sometido de manera abyecta al poder central; es decir, sabe que la política
es el arte de tragar mierda sin hacer gestos.
De esta manera, como diputado local se sumó a la aprobación de una deuda
contraída de manera ilegal. De eso trata
la reyerta que el alcalde de mentiras se trae con el superdelegado de la 4T
Reyes Flores Hurtado.
El muy ingenuo
piensa porque así se lo han hecho creer los burguesitos de que se ha rodeado en
la alcaldía que puede llegar a la gubernatura lanzando piropos a las mujeres
del arrabal, eso sólo se le daba a Humberto Moreira, un hombre que contra todo
lo que se diga, sí es dueño del carisma natural del hombre público, no de un
político pedorro como Manolo Jiménez que pretende explotar su aspecto
proletario aunque su rostro tercermundista, sombrío y ordinario no dé para
tanto, porque es un pinche político criado en invernadero, una mugre de la
burguesía citadina.
En marzo de 2018
la revista Territorio Libre del pensamiento publicaba lo siguiente: “Mientras
el alcalde de Saltillo da rienda suelta a sus caprichos estirando la brida a
los caballos que monta en los eventos de rodeo que se han llevado a cabo en la
ciudad, la población nuevamente está a merced de los borrachos que con el retiro
de las fotomultas imprimen altas velocidades a sus vehículos y no contento con
esto Manolo Jiménez Salinas autorizó que en el bulevar Venustiano Carranza la
velocidad máxima suba a 90 kilómetros por hora en una arteria que está llena de
escuelas, hospitales y centros de trabajo.
Manolo Jiménez
Salinas es aficionado al rodeo, que según Wikipedia es un deporte extremo
estadounidense con influencia de los vaqueros españoles y de los charros
mexicanos. Consiste en montar a pelo
potros salvajes así como novillos y toros, realizando diversos ejercicios como
arrojar el lazo y rejonear. Como se
puede advertir, es un deporte oneroso que sólo los ricos pueden practicar por
el costo de los animales.
En tanto que
Saltillo se vestía de fiesta durante tres días, con el evidente derroche de
recursos del erario, los robos y asaltos continúan en los cuatro puntos
cardinales de la ciudad; las carencias aumentan porque plazas y parques
públicos se encuentran abandonados; la modernización de los semáforos está
inconclusa porque muchos, debido a su antigüedad no permiten que se distingan
los colores; los baches en las colonias suman miles en tanto que el Centro
Histórico y sus arterias, cuando hay hundimientos, simplemente se rellenan con
asfalto, v.gr. Victoria, Aldama y General Cepeda”.
Dos años después,
las cosas están peores pero la Chiquirrata
paga carretadas de dinero a los medios de comunicación –periódicos, revistas,
estaciones de radio y canales de televisión- para evadir la crítica y fomentar
las loas a una labor de gobierno gris como hacía mucho tiempo que no se miraba
en Saltillo; así mismo, mantiene con el hocico lleno de dinero al cuerpo
edilicio para que tanto regidores como síndicos no abran la boca y voten a su
favor los acuerdos de cabildo.
Por lo pronto, lo
primero que debería hacer la Chiquirrata
(a) Manolo Jiménez Salinas, si quiere darse un baño de transparencia, es
informar cuánto dinero sale de la Presidencia Municipal de Saltillo rumbo a las
empresas de comunicación de su familia, pues la relación publicitaria con el
periódico El Diario y la XEAJ genera a todas luces conflicto de interés.
Continuará…
Saltillo, Coah., 20
de abril de 2020
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